El doctor Ángel Lanas es un renombrado especialista en el aparato digestivo y profesor de la Universidad de Zaragoza. También fue uno de los conferenciantes del V Fórum Mediterráneo multidisciplinar contra el dolor que se ha celebrado este fin de semana en Menorca. Su ponencia trató sobre el tratamiento crónico del dolor en los pacientes polimedicados. Hablamos con él en el hotel Barceló Pueblo de Punta Prima, donde se ha desarrollado el evento, sobre esa sensación que todos conocemos tan bien pero que resulta tan difícil de explicar.
¿Cómo definiría el dolor?
Se trata de una percepción individual y subjetiva de un estímulo originado en el cuerpo y que se percibe como algo desagradable. Su intensidad y consecuencias pueden ser muy variables: puede molestar muy discretamente, de manera que desaparezca con sólo ocupar la cabeza en otras cosas; pero también puede ser tan intenso que impida hacer nada a quien lo padece.
¿Qué función cumple esta sensación de dolor en el funcionamiento del organismo?
Es un aviso de que algo negativo puede estar ocurriendo en nuestro organismo.
Pero puede ser engañoso…
Sí, hay veces en que la sensación que deberíamos notar en una determinada parte del cuerpo se refleja en otra. Entonces, los médicos hablamos de dolor referido.
¿Y no dificulta eso sus diagnósticos?
Generalmente no, porque este tipo de dolores están ya muy identificados. Es el caso de la apendicitis, por ejemplo. El apéndice está situado en la zona inguinal y, sin embargo, la percepción se siente más arriba. Cuando llega a un hospital un paciente con dolores muy agudos en una zona determinada del abdomen, no es difícil saber de qué se trata.
Siendo una percepción subjetiva, ¿hasta qué punto se puede determinar a través de ella la importancia del daño?
Hay herramientas diagnósticas que nos permiten evaluar la intensidad o el tipo de dolor que sienten los pacientes. Además de pedirles que localicen la zona afectada, lo más utilizado es la escala analógica, es decir, se les pide que evalúen la sensación en una escala del uno al diez. En cualquier caso, se trata de un síntoma esencial para dirigir todo el proceso diagnóstico.
¿Ha cambiado con el tiempo el umbral de tolerancia de los pacientes?
Sí, radicalmente. Antes se consideraba que el dolor era consustancial a la vida y que, por lo tanto, había que resignarse y sufrirlo. Ahora ya no se acepta como algo natural: se busca rápidamente el alivio porque todo el mundo sabe que no padecer dolor implica tener una vida mejor.
Entonces eso de que si pica, cura...
No tiene sentido. Ahora se tiende a mitigar el sufrimiento, independientemente incluso de su causa. La percepción ancestral de que el dolor purifica no ha lugar, está desfasada.
¿Por eso se tiende a prestar más atención a este problema, implantando unidades del dolor?
Sí, la mayor consideración es una consecuencia del avance de la medicina. Desde hace un tiempo, se ha visto que a veces los dolores son tan complejos que se han tenido que crear unidades específicas, más interdisciplinares.
¿Qué problemas presenta el tratamiento de esta patología?
Muchos medicamentos que se emplean habitualmente, como muchos analgésicos y antiinflamatorios, pueden causar serios problemas si se toman sin supervisión médica.