El menorquín Antoni Petrus es catedrático de Sociología de la Universidad de Barcelona y autor de numerosos artículos en publicaciones especializadas sobre el mundo de la educación. Ha pronunciado conferencias y colaborado en obras colectivas. Es autor del libro "Pedagogía social" y un prestigioso analista de los movimientos juveniles y de la estructura social contemporánea. Aprovechando los días de descanso que proporciona el estío menorquín, Petrus concede una entrevista al "Diari" en la que habla de la crisis, de sus efectos y del protagonismo que debe adquirir la sociedad, cada vez más huérfana del amparo del "Papá Estado". Aboga por una sociedad solidaria, participativa y bien informada, ahora que la crisis desvanece el sueño del Estado de Bienestar y más que nunca es necesaria, en su opinión una Administración más justa, competente y eficaz. "Sin una auténtica participación ciudadana no existe democracia", recalca "superar la crisis dependerá del esfuerzo y de la valía de cada uno de nosotros", agrega con crudeza.
¿En un momento de crisis como este y posiblemente después de que el mal trago haya pasado, la sociedad deberá convencerse de que "Papá Estado" vendrá cada vez menos en nuestra ayuda?
Tanto los ciudadanos como los Estados del Bienestar somos conscientes de que la vieja ilusión del Estado todopoderoso y de la sociedad de la abundancia… ha sido un sueño.
El siglo XX se caracterizó por la desaparición de las viejas solidaridades comunitarias y por el desarrollo de las nuevas solidaridades administrativas ofertadas por el "Papá Estado". Pero actualmente estamos necesitados no de un Estado del Bienestar sino de un Estado de Justicia, es decir, un Estado equitativo, competente y eficaz frente a los complejos problemas derivados de la convivencia. El "Papá Estado" debe adquirir mayor sensibilidad solidaria y seleccionar, con criterios más justos, e igualitarios a quién ofertar sus ayudas. De lo contrario, las tradicionales críticas al Estado del Bienestar seguirán siendo justas… y necesarias.
¿El paro, el incremento de las desigualdades, la pobreza, cambiará nuestras relaciones sociales de dependencia? La familia, los amigos empiezan a ser un punto de referencia cuando hasta hace poco tenían un papel más secundario.
Es lógico pensar que sí. En los pasados años de abundancia y bienestar, la mayoría de gobiernos soterraron los viejos valores comunitarios y fomentaron la creencia de que la democracia y el progreso, sin más, eran el ideal de convivencia ansiado por todos. Pero los recientes problemas derivados de la actual crisis demuestran que las viejas solidaridades comunitarias que permitían ayudar al familiar enfermo, acompañar al niño de la vecina a la escuela, ayudar al amigo o a una anciana, etc., adquieren hoy un nuevo protagonismo.
Dado que el Estado del Bienestar, principal "empresario" de la solidaridad administrativa, nos ha llevado al llamado naufragio asistencial, es lógico pensar que, después de la actual situación de crisis, la solidaridad comunitaria adquiera un nuevo protagonismo. Además, los ciudadanos tenemos derecho a elegir nuestro propio bienestar y no permitir que la intervención del Estado vaya más allá de las parcelas que nuestra libertad le otorga.
¿Las empresas, las asociaciones de carácter no lucrativo, el tejido productivo y social en general, se han acostumbrado demasiado al colchón del Estado y las ayudas públicas en detrimento del espíritu emprendedor e innovador que debería marcar su filosofía de trabajo?
Efectivamente, el llamado "tercer sector" puede haber perdido parte de su idealismo y protagonismo. Ahora bien, sigue siendo un agente clave en toda sociedad, ya que además de hacer realidad los derechos de las personas, facilita que seamos más ciudadanos y menos súbditos. El problema radica hoy en determinar los límites de la relación entre "participación ciudadana y administración". La subvención del poder político no puede ni debe limitar la esencia del tercer sector. Y es necesario evitar que los directivos de las asociaciones estén más preocupados por agradar al político que otorga la subvención que de escuchar y conocer la opinión de los asociados.
Estamos necesitados de ciudadanos competentes, participativos… y que las asociaciones estén al servicio de los ciudadanos, no que éstos estén al servicio de las asociaciones. La democracia no es un mero problema de ingeniería electoral, y no puede reducirse a que los ciudadanos paguen los impuestos cada año y voten cada cuatro. Sin una auténtica participación ciudadana no existe democracia, ya que ser ciudadano implica estar informado y poder opinar libremente acerca de aquello que afecta a mi vida cotidiana. Cualquier otra visión al respecto es falsificar el concepto de democracia.
El 'boom' inmobiliario español contribuyó a extender la sensación de que España es un país rico, pero la realidad nos está demostrando que no. Muchas familias tienen problemas para pagar las letras de la hipoteca y del coche. Pensábamos que podíamos abarcarlo todo y no es así. La sensación de frustración es generalizada ¿Tendremos problemas para levantar cabeza desde el punto de vista sociológico?
Navegar a favor de viento es fácil y no se precisa mucha pericia ni gran esfuerzo para seguir el rumbo previsto. Es ante una tormenta cuando has de demostrar tu capacidad y decisión. En otras palabras: las personas exteriorizamos el nivel de nuestra auténtica valía ante las situaciones límite, ante la dificultades, ante una crisis. La palabra "crisis" tiene dos significados o dimensiones: ruptura y esperanza. Es decir, implica distorsión, malestar… pero también posibilidad de mejora y de cambio. Por lo tanto superar la crisis dependerá del esfuerzo y valía de todos y cada uno de nosotros. Todo ello sin olvidar que tendremos más problemas para salir de la crisis cuanto menos información tengamos de ella, de su realidad y de su alcance.
Aprovechemos la crisis para cambiar y solicitemos de nuestras autoridades que nos informen con exactitud de lo que sucede. Todos sabemos que si los partes meteorológicos no existieran o fueran poco precisos sería más difícil llegar a puerto. Además, estar debidamente informados de aquello que nos afecta, es un derecho de todo ciudadano.
Se habla de la necesidad de cambiar el modelo productivo basado en la construcción y en la agricultura a otro basado en las tecnologías y la innovación. Esto implicará un cambio en las relaciones laborales y la organización del trabajo. ¿La sociedad está preparada para este cambio tan profundo?
Pensemos que en nuestra sociedad el cambio es el gran valor. Aquello que no cambia o evoluciona perece y desaparece. Por lo tanto, el cambio generado por las nuevas tecnologías es casi irreversible, como irreversible fue, en su día, el neolítico o la industrialización. La sociedad en su conjunto no está preparada para un cambio tan profundo y rotundo, pero sí lo están unas "minorías" que devienen en el motor del cambio y del progreso. No olvidemos, además, que evolución y cambio van cogidos de la mano.
Curiosamente la crisis actual ha sido fruto de la avaricia e irresponsabilidad de unos cuantos financieros y banqueros. Los valores del capitalismo se han venido abajo. El papel del Estado debería haber salido reforzado, como garante del bien general, pero los mercados siguen imponiéndose a los gobiernos. ¿Cree que cambiará algo en este ámbito?
Cuando una realidad es muy compleja no debemos caer en el error de dar explicaciones excesivamente simplificadas de ella. Además de algunos financieros y banqueros, de nuestra crisis económica también son responsables otras personas y grupos. Recordemos, a modo de ejemplo, que Jean Monet, uno de los padres de la Unión Europa dijo: "Hemos creado una Europa sobre la base de la economía; si pudiera yo la habría creado sobre la base de la cultura". Es decir, en su origen, nuestro diseño europeo ya estaba fuertemente contaminado por los principios del mercado financiero, que como dice usted, se imponen a los mismos gobiernos. ¿Cambiará algo en este sentido? Posiblemente sí, pero tengo mis reservas que sea un cambio estructural… y menos de principios.
Se dice que el sistema capitalista degeneró tras la caída del comunismo. ¿Usted qué opina?
Dudo de que el capitalismo haya degenerado, y que esa degeneración hay sido consecuencia de la caída del comunismo. Este sistema o régimen económico fundamentado en el predominio del capital como elemento de producción y riqueza, sigue fiel a sus principios originales. Cierto es que, en función de la coyuntura internacional, ha experimentado ciertos retoques o cambios… pero éstos no han sido esenciales ni estructurales.
¿Hacia dónde debe encaminarse la sociedad en general?
¡Ignoro totalmente cuál debe ser el norte de la sociedad actual! De lo que sí estoy convencido es de que un mundo mejor es posible, ya que como dice Dahrendorf, no vivimos en democracia sino en una postdemocracia. Si algún camino de futuro se puede señalar es el de hacer todos los esfuerzos posibles para tener una ciudadanía competente, y digo competente no sólo competitiva. Competencia que implica, entre otras cosas, fomentar el bienestar activo y ser ciudadanos, no súbditos ni sombra de los demás. Nuestro tecnológico siglo XXI ha posibilitado resolver importantes problemas relacionados con aspectos materiales. Pero se muestra, sin embargo, incapaz de solucionar problemas que afectan a los ámbitos más íntimos de la vida de las personas: precariedad democrática, escasez de relaciones interpersonales, incomunicación, libertad cultural, etc.
¡Mejorar esa situación puede ser un buen objetivo de la sociedad en general!