Perfume, tacones, camisas y vestidos de gala llenaban la calle Deià minutos antes que "Solo y amargo" diera comienzo. Música del grupo Anthony and the Johnsons abrió los altavoces del Teatre Principal, y Rafael Amargo apareció detrás del telón que ya empezaba a subir. Así se estrenaba mundialmente la última gira del artista. Cajón, cuerdas, guitarra, flauta, acordeón y cantaores aparecían en escena mientras Amargo cambiaba de ropas. Tal y como un torero, el bailaor reapareció entre el público, completamente de rojo, expresando el folklore andaluz más puro, despertando emoción y alcanzando la interacción con cada uno de los espectadores.
El silencio no tuvo lugar; de cada rincón del teatro se escucharon gritos y ánimos, y el estallido de aplausos era unánime al terminar cada número. Detrás de la luz que caía encima del acordeón rompiendo la oscuridad, Amargo sorprendió a su público cantando en francés la conocida canción de Jaques Brel, "Ne me quitte pas". La voz dio contenido a la música, el cajón llenó las palmas de los cantaores, el calor enérgico del público desbordó el teatro, el artista se arrodilló en el patio de butacas; Amargo ya no estaba solo. Seguidamente, el coreógrafo trajo a los ojos del público lo que siempre se deja detrás del escenario: el cambio de vestido; el conjunto entero lucía de blanco.
Y cuando todo parecía finalizado, Rafael Amargo recibió una placa conmemorativa por parte de la Casa de Andalucía de Menorca, entidad impulsora del espectáculo dentro de su XII Festival Flamenco, convirtiéndolo en socio de honor. Curra Jiménez subió al escenario para compartir con el artista "La Sevillana", el baile típico de folklore andaluz. Ya para concluir, una pancarta daba el último mensaje: " Lo malo de la soledad es que llega sin avisar". Todo el público se puso en pie y, en medio de los aplausos, el grupo artístico cruzó las butacas para abrir el camino que a continuación seguiría el público, emocionado, antes de regresar a sus casas, tal y como pretendía el granadino.