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Riera urge a transformar el modelo de producción para ganar en eficiencia

El Centre de Recerca Econòmica alerta de la caída permanente de la productividad, durante los últimos diez años, que ha llevado a Menorca y a Balears a crecer por debajo de su potencial

Presentación. El director del centro de investigación, Antoni Riera, expuso ayer los datos del informe - gemma andreu

| Maó |

Menorca cerró en 2010 un ejercicio económico para olvidar, con los principales indicadores en negativo, todos los sectores productivos en retroceso, una tasa de paro del 17,4 por ciento y, en consecuencia, un consumo debilitado que se notó incluso en la menor demanda de energía eléctrica.

Todo ello, según el último informe económico y social de Sa Nostra, pese a que se frenó la caída de la producción (el PIB no agrario retrocedió un 0,9 por ciento, pero se arrastraba un descenso del 2 por ciento en 2009) y se recuperaron algunos indicadores turísticos, con un 3,2 por ciento de aumento en las llegadas de visitantes vía aérea y un 10,9 por ciento en las pernoctaciones hoteleras.

Los datos, expuestos ayer por el catedrático de Economía y director del Centre de Recerca Econòmica (CRE) de la Universitat de les Illes Balears (UIB) y Sa Nostra, Antoni Riera, ponen el punto y final a una década, la primera del nuevo milenio, en la que Menorca, y también Balears, han crecido muy por debajo de su potencial. Concretamente a un ritmo medio del 1 por ciento en el caso menorquín (1,1 en Balears), incluso en los momentos de expansión de la economía, entre los años 2003 y 2007.

Según Riera, el balance de la década (2001-2010) denota "debilidades estructurales importantes" así como la necesidad urgente de "transformar" el modelo productivo "no cambiarlo", para lograr un mayor aprovechamiento de los recursos, la inversión realizada y el capital humano.

Recursos

El informe ha detectado "el error" que provoca ese escaso crecimiento del PIB de las Islas y de Menorca en particular (Eivissa y Formentera divergen, en positivo, de ese patrón balear), y que reside en la baja productividad, afirmó el director del Centre de Recerca Econòmica.

"No es un problema de acumulación de recursos, ni de capacidad, ni de su asignación", aseguró Riera, aunque dichos factores pudieran mejorar, sino de "la caída permanente de la productividad". Dicho indicador se ha compensado con subidas en los últimos ejercicios (2008, 2009 y 2010), coincidiendo con la crisis económica, pero se trata de una mejoría "ficticia", afirmó el economista, lograda a base de destruir empleo. "Se ha ganado en productividad despidiendo a trabajadores, pero hay que ganarla aprovechando mejor los recursos", subrayó.

Balears tiene el capital, que ha crecido en estos diez años un 5,3 por ciento, y la fuerza laboral, con un aumento del 2,1 por ciento, pero ese esfuerzo no revierte en un crecimiento económico proporcional a sus recursos.

La ineficiencia en la utilización de esos recursos se detecta tanto en el ámbito educativo -las mejoras en las aulas no se traducen en un buen posicionamiento en cuanto a capital humano-, como energético, con un consumo superior al aumento del PIB. Dos ejemplos, según Riera, de que "algo no funciona" y de que "hay que optimizar, no hace falta cambiar el coche, pero sí transformar su motor".

El euro

El análisis de la década coincide con la entrada de España en la moneda única europea. Antoni Riera recordó que el cambio de la peseta al euro "exigía esa transformación estructural, una nueva forma de producir, no a costes bajos, no crecer sobre la base de la acumulación sino del aprovechamiento de los recursos, y no lo creímos". Diez años después, "el Estado de Bienestar está más en peligro que nunca" y las desigualdades han aumentado.

La brecha entre las rentas altas y las bajas se acentúa -en los años de bonanza la población balear con ingresos más elevados los incrementó, mientras que los que tenían ingresos más bajos los mantuvieron igual-. Otras formas de desigualdad son la formativa, debido al aumento del abandono escolar en la Enseñanza Secundaria, que a su vez provoca una desigualdad laboral, con mayor incidencia del paro en los jóvenes menos cualificados, que también reciben una retribución económica inferior.

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