Carlos Rotger Riudavets se reencontró hace unos días con el lingote de plata que rescató del fondo del mar y que desde 1974 es propiedad del Ayuntamiento de Maó. El veterano submarinista de 83 años cuenta que el mar es su pasión y confiesa entre bromas que conoce mejor el fondo marino de Menorca que la superficie. "Hace unos días visité por primera vez La Mola, ¡a mi edad!", exclama. Aunque dedicó gran parte de su vida a la orfebrería en el negocio que montó cuando apenas tenía 21 años, durante algún tiempo compaginó este trabajo con el submarinismo, hasta que finalmente convirtió su verdadera pasión en profesión.
Carlos Rotger confiesa que hasta los 60 años estuvo realizando inmersiones y, a pesar de su modestia, su vida es un libro abierto sobre la historia del submarinismo en Menorca. Durante años trabajó colocando emisarios de desagües, instalando muertos o anclajes para los barcos en los puertos y desenganchando redes a los pescadores profesionales. Buena parte de estas inmersiones las realizó con escafandra, pero también a pulmón libre, especialmente en la época en la que se dedicó a la pesca submarina profesional.
Cañones
Relata que una vez ayudó a la Armada a sacar unos cañones de bronce sumergidos en la bahía de Fornells y que ahora se exponen en el Parque Rochina de Maó. "Encontré el atacador que se utiliza para apretar la carga de los cañones sobre unas rocas y eso me hizo pensar que cerca había cañones y lo puse en conocimiento de la Marina", explica. Relata que la costa menorquina atesora infinidad de pecios y gran cantidad de ánforas, pero lo que más ha encontrado en los fondos marinos son piezas de plomo de época romana utilizadas habitualmente en las anclas de los barcos.
Sin embargo, de lo que se siente más orgulloso es de los meros capturados durante la época en que se dedicó a la pesca submarina profesional, ejemplares de entre 22 y 19 kilos que entonces, enfatiza, se podían encontrar incluso apenas a ocho metros de profundidad. "Pescábamos a pulmón libre a 20 o 25 metros como máximo. En cambio hoy hay que bajar cerca de 40 metros para encontrar meros", lamenta y añade que a diferencia de ahora, los submarinistas de entonces podían pescar sin límite de kilos de pesca y también podían vender las capturas, en su mayoría a los restaurantes.
En relación a la historia del lingote de plata, explica que su hallazgo fue por casualidad y que ser orfebre ayudó. "El lingote estaba recubierto de vegetación y casi petrificado, pero vi un reflejo, como unas aguas que habitualmente hace la plata. Cuando me fije mejor comprobé que la forma era muy rectangular para ser una piedra y enseguida me di cuenta de que era un lingote", explica. La pieza se encontraba a casi ocho metros de profundidad, pesaba 14 kilos y tras un análisis posterior se comprobó que la plata era casi un cien por cien pura. "El lingote lo encontré entre Fornells y Cala Pregonda, pero alrededor no vi ningún resto de naufragio y se supone que data de 450 años antes de Cristo, es decir, tiene casi 2.500 años", resalta.