José Francisco Quadrado fue ayer el encargado de leer el pregón de Semana Santa, lo hizo en la parroquia de Sant Josep y no dejó a nadie indiferente, como había anunciado. Gran comunicador, el conocido médico de Maó, había aceptado el ofrecimiento por el que fue requerido al acto. Tenía mucho que contar, de las vivencias personales como cofrade del Santo Sepulcro de Santa María, y de su particular visión médica de las heridas que sufrió Jesucristo y que le provocaron la muerte.
Quadrado se remontó 60 años atrás para diseccionar el papel de la religión en una sociedad de posguerra afectada por un régimen político particular. El pregonero se dio un paseo entonces por los actos de la Semana Santa de la época, detallando tradiciones y recordando costumbres muy distintas a las actuales. El Miércoles de Ceniza, las bulas que "cada año se renovaban mediante un pequeño donativo a la Iglesia, permitiendo mantener sus privilegios", la tradición de s'Àvia Corema hasta la celebración del Domingo de Ramos "un día alegre y una festividad importante".
Con todo José Francisco Quadrado se refirió a cambios como "la costumbre de destacar a las autoridades en primera fila" que desapareció, dijo, "cuando el padre Cots, tras la homilía, eliminó los sillones y les obligó a formar parte de la celebración como el resto de los feligreses", lo que originó severas polémicas.
El pregonero, como cofrade del Santo Sepulcro, tampoco escatimó anécdotas sobre las distintas cofradías y su historia pasada. "La iglesia de Santa María disponía de tres cofradías, la del Santo Sepulcro, la Dolorosa, mucho más numerosa que la primera y que sanamente competían, y la de los Centuriones de San Cornelio". Entonces recordó como "los cofrades de la Dolorosa se colocaban sus hábitos en la sede del Orfeón Mahonés, situado en la calle del Puente del Castillo".
Del Jueves Santo puso el acento en un "hecho de gran importancia, bajo el punto de vista humano", refiriéndose al lavado de pies a los apóstoles en el que participaban personas mayores que residían en la Misericordia. El pregonero también se metió de lleno en la gastronomía típica de estos días, "el olor que desprendían estas pastas arrancaba la formación de jugos gástricos pero no podía iniciarse su consumo hasta que hubieran traspasado las 10 horas de la mañana del sábado".
El Viernes Santo era, con diferencia, vivido de otra manera, el silencio "se imponía en toda la población y era tan absoluto que parecía poder cortarse con el filo de un cuchillo". De lo personal, Quadrado destacó la figura de su padre, que fue uno de los 79 cofrades que portaron el paso en 1940 tras su reconstrucción, un lugar que él mismo heredó.
El médico dedicó la última parte de su pregón a "enjuiciar médicamente como hubiera podido ser la muerte del Salvador" con referencias a que "sudó sangre" como una hematohidrosis, los distintos traumatismos recibidos y las lesiones provocadas así como las distintas causas de la muerte como consecuencia de un acto cuya "crueldad y sadismo con que se llevó a cabo fue extraordinario, hubo ensañamiento y desprecio".
Quadrado terminó con una serie de preguntas reflexivas: "¿Conoce usted a algún Judas?, "¿Cuántos venden al prójimo por unas monedas?", "Reconoce en nuestra sociedad a alguna persona que siempre se lava las manos como lo hizo Poncio Pilatos?".