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Sensación de libertad

Cada vez hay más valientes que se atreven a sobrevolar la Isla en parapente, una manera de descubrir el paisaje desde un prisma diferente

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Aunque pueda parecer que Menorca no es un lugar ideal para la práctica del parapente, la realidad nos dice otra cosa. Esta claro que la falta de montañas es un inconveniente importante, pero resulta que con Monte Toro a los aficionados de la Isla les basta. En realidad se trata de una actividad que en la actualidad no cuenta con muchos practicantes fijos, pero los que hay, aproximadamente una decena, forman parte del Club Parapente Menorca, entidad afiliada a la Federación Española de Deportes Aéreos. Explica uno de sus integrantes, Joan Portella, que la cosa se está animando un poco en la Isla desde hace diez años con pilotos que practican tanto la disciplina libre como la de vuelo con motor.

Oferta de ocio
El turista que llega a la Isla lo hace básicamente buscando sol y playa, y cuando se habla de oferta complementaria, la náutica suele llevarse la palma. No obstante, los deportes de aventura están cada vez más de moda, y no son pocos los visitantes que en verano buscan este tipo de servicio para conocer Menorca desde una perspectiva diferente, eso sí, en vuelos guiados. Explica Portella que entre los locales también se está poniendo de moda el regalar en ocasiones señaladas este tipo de experiencias a través de empresas especializadas.

La ausencia de un sistema montañoso deja a los parapentistas a merced del viento y las brisas marinas, por lo que las mejores épocas para practicar este deporte suele ser durante los meses de otoño y primavera, cuando se producen más movimientos de aire.

No apto para cardíacos
En el caso de los vuelos guiados no hace falta estar dotado de unas condiciones físicas especiales, aunque tal y como recuerda Portella, siempre hay que cumplir unos requisitos mínimos para que el vuelo sea seguro. Y es que se trata de una actividad nada aconsejable para personas con problemas de ansiedad o con dolencias cardíacas, ya que la impresión que supone contemplar el paisaje a vista de pájaro puede pasar factura.
En cuanto a la edad, relata que ha guiado en vuelos desde niños de cuatro años hasta personas que sobrepasaban la barrera de los 70. Incluso en una ocasión se atrevió una persona en silla de ruedas.

Tras casi treinta años practicando este deporte, en muchas ocasiones en parajes fuera de Menorca, explica Portella que la experiencia de sobrevolar la Isla subido a un parapente ofrece «una panorámica inigualable que te evade del mundo terrenal. Te sientes con una sensación de libertad y paz inmensa».

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