Lejos de desanimarse cuando perdió su empleo, se plantó con su inglés «medianamente bueno» y dos maletas en Londres, a la caza de una oportunidad. Fiel a su forma de ver la vida, positiva, cuando le rechazaron en la primera entrevista de trabajo decidió, contra todo pronóstico, que se quedaba, y que seguiría en la capital británica hasta que llegara su momento. Y llegó.
Helena Vílchez Pons, geóloga, deportista y a todas luces resistente al desánimo, logró su objetivo. Ha recuperado el trabajo que perdió en su sector, geología y SIG (Sistemas de Información Geográfica), y viaja regularmente a África para la exploración de recursos minerales.
Su carrera le obligó a instalarse en Barcelona y el paro impuso un cambio en su vida. ¿Cómo fue ese recorrido?
- Estudié Geología en la Universidad de Barcelona y luego hice un Máster en Sistemas de Información Geográfica (SIG) y Cartografía. Cuando aún estudiaba empecé a trabajar en Nexus Geografics, una empresa con sede en Girona pero con una oficina en Barcelona, donde estuve por espacio de cuatro años.
Y llegó la crisis...
- Sí, y afectó a mi sector. Me quedé sin trabajo y estuve seis meses buscando empleo. Al ver que las cosas estaban mal, empecé a buscar trabajo por toda Europa y ví que había muchísimas posibilidades.
¿Por qué eligió Londres?
- Porque era una ciudad a la que siempre había querido ir, pero por diferentes razones nunca había podido visitar. Me presenté a una entrevista de trabajo en diciembre de 2011 y me encantó. No me dieron el trabajo pero me enamoró la ciudad y la gente. Así que después de estar doce años en Barcelona, el 17 de enero de 2012 me planté en Londres con dos maletas, aunque me gustaría aclarar que cuando llegué ya tenía un nivel de inglés medianamente bueno....
Pero recuperar su profesión no fue un camino de rosas...
- Me pasé los dos primeros meses conociendo la ciudad, haciendo papeleo -en Inglaterra les encanta hacer papeleo para todo y con bastante burocracia-, y al mismo tiempo buscando trabajo de geológoga y SIG. Fui a un par de entrevistas y vi que mi inglés necesitaba mejorar si quería un buen empleo, así que encontré fácilmente trabajo de camarera, en un pub en la zona de Borough Market, London Bridge. Trabajé allí durante siete meses, aprendí mucho inglés, cultura y tradiciones, e hice muchas amistades. Y mientras tanto iba enviando curriculums en ofertas de trabajo de geóloga. En 2012 me contrataron y sigo en la misma empresa. Ahora voy al pub como una habitual más y me quedo con mis amigos.
Londres es como una ciudad de todos, cosmopolita, una mezcla de culturas, ¿cuál es su vivencia de esta metrópolis?
- Llevo aquí un año y nueve meses, y entre las cosas que más me han impactado está el metro, creo que es el más antiguo del mundo. En cuanto a la gente, en general es agradable y siempre te ayuda, algo raro en grandes ciudades. Puede que sea porque dicen que una de cada tres personas que vive en Londres es de fuera... También me impresiona lo caros que resultan el transporte público y la vivienda. Eso y que aquí puedes comer platos de casi cualquier cultura, algo que aprecio mucho porque, desde mi punto de vista, la cocina inglesa no es muy variada, al contrario que la cerveza típica, que es un mundo.
Pero su experiencia cruza más fronteras y se extiende a África. ¿Cuál es su trabajo allí?
- Trabajo como experta en SIG y geóloga en una empresa pequeña de exploración de recursos minerales. El proyecto en el que trabajamos es la exploración de fosfatos en la República del Congo (Brazzaville). Los estudios han constatado una zona muy rica en fosfatos, económicamente explotable. Mi trabajo consiste en gestionar todo el SIG del proyecto y ayudar al geólogo director. Los estudios se encargan a empresas especializadas de todo el mundo, así que tratamos con gente del Congo, Angola, Australia, Sudáfrica, Israel, Canadá, Francia, Irlanda y Reino Unido cada semana.
¿Cada cuánto tiempo viaja al Congo y a qué ciudad?
- Suelo ir una vez cada mes y medio o cada dos, y estoy una o dos semanas, depende de las necesidades. El proyecto se encuentra a 40 kilómetros de la costa, de Pointe-Noire, y tenemos un campamento base en el que vivimos todos los trabajadores: geólogos de campo, consultores, los que venimos de Londres... En el Congo se trabaja cada día de seis de la mañana a seis de la tarde en el campo, y luego se sigue en la oficina. No hay días libres.
Suena un poco extenuante...
- Tampoco hay mucha cosa más que hacer, se trabaja sin parar porque sabes que si llueve no tienes internet, o que habrá problemas con los sondeos, o cualquier otro inconveniente que retrasará el proyecto, y eso no puede ser. La financiación es cien por cien privada, así que no hay margen para errores. Cuando estoy en el Congo reviso toda la cartografía, realizo modelos digitales del terreno y ayudo a los geólogos que están allí realizando los sondeos. Los informes se realizan siempre en inglés, pero ahora me he puesto en serio a aprender francés, porque es el idioma oficial del Congo y lo necesito para hablar con los trabajadores.
Pero también tiene tiempo para contactar con la realidad de ese país africano. ¿Cómo es?
- Es un país de contrastes, hay grandes recursos de petróleo y gas que compañías como ENI explotan, pero también mucha, mucha pobreza. En Pointe-Noire, donde viven algo así como 1,5 millones de personas, la electricidad en algunas zonas de la ciudad está repartida por sectores, y cada sector tiene 3 o 4 días a la semana electricidad.
¿Y el resto de la ciudad?
- La zona rica, el casco antiguo y cerca de la playa, que es donde viven los europeos, siempre tienen electricidad. La gente en el Congo siempre es muy agradable y te sonríe, pero también trata de sacarte dinero de cualquier manera.
¿Por ejemplo?
- Se supone que para entrar en el país tienes que tener un sello que certifica que te has vacunado al menos diez días antes de llegar, pero si les das dinero, pasas sin problemas aunque no te hayas vacunado.
Con su trabajo de campo debe conocer bien las afueras de la ciudad, el día a día...
- Sí, veo mucho las pequeñas aldeas. La gente entiende el francés pero no todos lo hablan bien. En cuanto sales de la ciudad, se nota el cambio, no hay electricidad, viven en casas hechas de madera y uralita, comen yuca que han dejado fermentar, también arroz y si tienen suerte, pollo y pan. Hacen carbón y pescan en el río y los lagos. Las mujeres son las que trabajan duro, cargan a los hijos a la espalda, hacen las tareas domésticas y trabajan con el carbón o plantando y recogiendo yuca..., los hombres si tienen suerte trabajan para alguna empresa extranjera y si no, no hacen gran cosa.
¿Cómo valora ahora su decisión de no rendirse y buscar empleo fuera de España?
- Yo no me especialicé en exploración y minería, así que estoy disfrutando de una oportunidad única. Trabajo de lo que me gusta y en lo que más experiencia tengo, SIG, aprendiendo cada día, y la posibilidad de viajar al Congo regularmente lo hace todo aún mejor.
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