Después de trabajar durante ocho años en la multinacional Rolls Royce en Madrid, decidió lanzarse a la aventura de residir en el extranjero, no por una cuestión laboral o económica, sino porque él y su mujer querían vivir esa experiencia, y también ofrecerles nuevos horizontes a sus hijos. «Y créeme, no es fácil con cuatro niños, pero nos apetecía y pensamos que sería también positivo para ellos», explica Julio Coll Florit. Este ingeniero menorquín hace tiempo que dejó atrás la Isla y tiene asumido que regresará en vacaciones o en un futuro retiro dorado, porque «es maravillosa, pero laboralmente, no hay mercado para mí».
Cuatro 'peques' en casa, un clima frío, un idioma difícil y una situación general de recesión en Europa ¿cómo se atrevió a dar el paso?
- Era hora de cambiar, trabajaba desde hace ocho años en el mismo puesto en Madrid. Rolls Royce tiene distintas centrales en el mundo, en el Reino Unido, Estados Unidos y aquí, en Alemania. Así que decidimos venir pensanso en nuestros hijos, en que sería una buena experiencia que vivieran en el extranjero y aprendieran el idioma. Mi mujer trabajaba en Madrid y aquí puede ocuparse de los niños, eso también es algo nuevo. Como en mi trabajo hago turnos, cuando libro podemos disfrutar mucho juntos, algo que allí no hacíamos; aunque teníamos mucha ayuda con los niños, no teníamos casi tiempo.
Así que el cambio ha sido para mejor...
- Bueno, no ha sido fácil. El clima es duro, la primavera y el verano son agradables, pero ahora oscurece a las cuatro menos cuarto de la tarde..., y tampoco he tenido mucho tiempo de momento para estudiar el idioma, debido al trabajo.
¿Y cómo se las arregla?
- Me manejo un poco en el alemán del día a día, pero como Rolls Royce es una multinacional se habla y se trabaja en inglés, entre nosotros y con nuestros clientes, así que en la empresa en realidad no me hace falta. Los niños lo llevan mejor, en unos meses irán a las clases normales; al principio asistían a la Willkommen Klasse, un programa de adaptación, con niños de otros países, para ayudarles a aprender el idioma.
¿Cuál es su trabajo en la compañía?
- Ahora mismo estoy en un departamento que se denomina Operational Service Desk, una línea de soporte 24 horas, de tipo técnico, logístico y comercial a nuestros clientes en todo el mundo. Podemos tener una llamada desde México o desde Australia.
Rolls Royce nos lleva a pensar inmediatamente en coches de lujo, pero eso ya no es así. ¿Usted se dedica únicamente al mundo de la aviación?
- Solo aviación y, en concreto, a los motores de aviones pequeños y medianos, lo que se llama la aviación ejecutiva, los jets privados y de lujo. Rolls Royce hace años que vendió su parte de automoción a BMW y ahora se dedica a la aviación civil, a la aviación militar y al sector energético y marino, fabricando motores o, por ejemplo, las turbinas de centrales eléctricas, si hablamos de energía.
Su división más importante es la de aviación civil, ya que realiza la motorización de aviones como el Airbus A380 o el Boeing 787, el famoso Dreamliner. Dentro de este sector la central de fabricación de grandes motores está en Reino Unido, y hay otras dos centrales para motores pequeños y medianos, una en Indianapolis (Estados Unidos) y otra aquí, en Berlín.
¿Cuál es la peculiaridad de esa clientela de propietarios de su propio avión?
- Las grandes compañías de aviación comercial están bien equipadas, con personal formado y entrenado, con mecánicos en sus plantillas, el servicio que requieren del fabricante es alguna pieza o repuesto especial, o alguna duda también muy específica. Sin embargo, los clientes de la aviación ejecutiva son más pequeños, no invierten en toda esa infraestructura, y tienen un contrato con Rolls para el mantenimiento. Como no tienen tanto personal y muchas veces viajan a lugares exóticos, el soporte logístico es mucho más complicado, por ejemplo, si están en alguna isla pequeña, sin aeropuerto..., es un perfil diferente.
¿Y siempre ha estado ligado a esta compañía?
- No, cuando acabé la carrera, en 1997, estuve un par de años trabajando en una empresa de ingeniería y vendíamos software de diseño. Mis primeros pasos en el mundo de la aviación fueron en Mallorca, en Spanair, antes de que trasladara su base a Barcelona, desde 2000 a 2005.
Poco debía imaginar entonces que la compañía iría en 2012 a la quiebra.
- Pues la verdad es que el trabajo en Spanair me encantaba, pero siempre fue una compañía en la que se percibía cierta inseguridad laboral. En cuanto surgía una buena posibilidad fuera la gente la cogía, y la de entrar a trabajar como representante de Rolls Royce era una oportunidad muy grande, y decidí aprovecharla.
¿Cómo fue su aterrizaje en la Rolls alemana?
- Mi empresa es internacional, hay gente de todos los países, y en cuanto a la gente en general, aquí nos sentimos bien recibidos, nos gusta. Los berlineses no son todo alegría y buen humor, son muy distintos a nosotros, pero son agradables. Lo que pasa es que no están acostumbrados a la interacción. En la cola de un supermercado aquí la gente está en silencio, si les hablas, ya cambia su actitud.
¿Cómo ven allí la situación económica española?
- No les gusta, les da pena que tengan que venir tantos ingenieros españoles, piensan que nuestro país se está quedando desolado. Por otro lado, Berlín es la ciudad que más paro tiene de Alemania, aunque aún así, no tiene nada que ver con el que hay en España. Lo que sí podemos advertir es mucha más austeridad. El metro, por ejemplo, está viejo y no lo cambian, no hacen el gasto que hemos hecho estos últimos años en España. Eso también lo notas en la gente, por ejemplo, vas en el metro y no ves a todo el mundo con su iphone o su tablet nueva, son más austeros.
¿Y dónde está el milagro alemán?
- Pues no lo sabemos, y nos lo preguntamos, porque tampoco todo funciona tan bien o es tan perfecto. También aquí hay gente que no trabaja demasiado, como en todos lados. Pero Berlín es una ciudad impresionante.
¿Qué es lo que más le gusta?
- Es más tranquila que Madrid, allí el ritmo es más alocado. Y es fantástica por toda la historia que guarda. Se nota que está de moda en Europa, aunque nosotros no vivimos en la zona más alternativa, sino en otra más clásica, Charlottenburg, un distrito que en el antiguo Berlín dividido quedaba en el oeste.
¿Volverá a Menorca?
- Hablamos mucho de lo que haremos en cuatro o cinco años, quizás volver a España o ir a otro país, pero Menorca para vivir no entra en nuestros planes. Es una Isla maravillosa pero laboralmente no hay mercado para mí.