Es el claro ejemplo de lo que se denomina «joven pero sobradamente preparada». A sus 28 años, Catalina cuenta con un currículum vítae para enmarcar. Licenciada en 2009 por la Universidad Politécnica de Madrid en Ingeniería Aeronáutica y Materiales Aeroespaciales, desde entonces ha cursado dos máster, uno de ellos con el premio extraordinario al mejor expediente, y un doctorado internacional por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Su futuro es más que prometedor, y su lugar está por el momento fuera de España.
¿Qué le ha llevado a Cambridge?
— Una interesante oportunidad de trabajo.
Trabaja en un proyecto muy concreto, la investigación sobre la degradación que sufren los motores aeronáuticos cuando entran en contacto con cenizas volcánicas. ¿Cómo surge la iniciativa?
— Pues de una necesidad muy concreta en la industria de la aeronáutica. El tema de cómo afecta la arena o pequeñas partículas suspendidas en el aire en la vida útil y funcionamiento de los motores aeronáuticos ha sido estudiado durante aproximadamente una década. Sin embargo, como consecuencia de la erupción del volcán Eyjafjallajökull en 2010, que obligó a cerrar el espacio aéreo europeo produciendo pérdidas de alrededor de 1,3 billones de euros, ha forzado al sector a realizar profundos estudios sobre el efecto que produce la ceniza volcánica al entrar en contacto con los motores aeronáuticos. La investigación que nosotros realizamos se centra en entender qué ocurre cuando se deposita ceniza volcánica y, sobre todo, en averiguar qué podemos hacer para garantizar que un avión pueda volar de forma segura en caso de que se produzca una erupción volcánica.
¿En qué consiste concretamente la figura de post-doc que ostenta y cuál es su papel concreto dentro del equipo?
— La figura de post-doc se denomina formalmente research associate, es decir, investigador asociado. Fundamentalmente consiste en una figura de investigador en la cual ya se posee el título de doctor. Mi papel dentro del equipo es diseñar y realizar los ensayos de laboratorio, analizar los resultados y tratar de entenderlos. A su vez, al ser un proyecto compartido con otras universidades y centros de investigación, coordino la compartición de resultados entre los diferentes organismos. Al realizar mi trabajo dentro de la universidad, también dirijo proyectos fin de carrera de los estudiantes de grado y de máster.
¿Se había planteado alguna vez vivir en el extranjero? ¿Cuánto tiempo tiene planeado quedarse?
— Vivir en el extranjero siempre había sido una posibilidad que nunca había descartado. Por ahora, el contrato es de 3 años. Luego, ya se verá.
Con tan solo 28 años, además de su licenciatura, tiene en su currículum un doctorado y dos másters. ¿Qué supone llegar a una institución tan prestigiosa como Cambridge?
— Supone muchísima satisfacción personal. La etapa predoctoral fueron casi cuatro años de muchísimo trabajo, de lucha, de decepción, de frustración y al final te encuentras con una oferta de trabajo desde la Universidad de Cambridge, y de repente, todo el esfuerzo y duro trabajo se ven recompensados y recuperas toda tu energía y vitalidad para seguir luchando y trabajar duro.
Además, este año será profesora en prácticas de la asignatura de procesos de fabricación. ¿Cómo afronta el reto?
— Con muchísima ilusión, nerviosismo y respeto. Durante mi etapa predoctoral en la Universidad Rey Juan Carlos he sido profesora de prácticas en diversas asignaturas y ha sido una experiencia muy divertida y enriquecedora. Son horas de laboratorios en los que los estudiantes aplican los conocimientos aprendidos en el aula. Son momentos de aprendizaje activo donde el alumno toca, descubre, pregunta… Estas practicas en concreto son de las más divertidas y las que más éxito tienen dentro del alumnado. Consiste en preparar un molde de arena y verter aluminio fundido para realizar, en el caso de la Universidad de Cambridge, el escudo de la universidad.
Y con el inglés, ¿qué tal se las arregla?
— Bastante bien, pero aprendiendo cosas nuevas cada día. En la universidad la gente es consciente de que no es tu idioma materno y hacen esfuerzos por entenderte e intentan hablar de forma que les entiendas y repitiendo las cosas cuantas veces sea necesario. Y si no hay manera de entenderse en un momento concreto, ¡el idioma de los signos es universal!
Dos de sus hermanos son artistas, usted eligió un camino bien diferente. ¿Cómo nace su interés por la aeronáutica?
— En todas las familias siempre existen las ovejas negras y yo soy una de ellas (ríe). Admiro el trabajo de mis hermanos, soy su fan número dos (la número uno es mi madre). No hay espectáculo suyo en el que me haya quedado impasible. Me emociono muchísimo con su trabajo y me siento muy orgullosa de ser su hermana. Lo que está claro es que ellos se quedaron toda la vena artística porque yo carezco de ella totalmente, así que me tuve que dedicar a otra cosa (ríe). Lo que sí creo que tenemos en común es que tanto ellos como yo realizamos nuestro trabajo con verdadera pasión, damos el cien por cien de nosotros mismos en cualquier aventura en la que nos sumergimos. No sé cómo nace mi interés por la aeronáutica… Solo recuerdo que desde muy pequeña quería ser astronauta y alguien me dijo que para eso había que ser ingeniero aeronáutico, y así lo hice.
¿A qué meta aspira dentro de su profesión?
— Ésa es una pregunta muy a largo plazo para la que hoy por hoy, no tengo respuesta. Ahora mismo estoy en la fase inicial del proyecto, concentrada en que todo salga bien y en tratar de sacar el máximo partido a esta gran oportunidad profesional y personal. En unos años, ya tocará decir rumbo de nuevo.
¿Cómo se ha adaptado a la vida en Inglaterra?
— La vida en Inglaterra es muy tranquila, al menos aquí, en Cambridge. Voy a trabajar en bici, como a las 12.30 horas y ¡ceno a las siete de la tarde! Luego me voy al pub, ¡que cierra a las 12 de la noche! En general, se vive muy bien. Lo que llevo peor es el tiempo. Los días grises, la lluvia, las bajas temperaturas incluso en verano. Eso sí, cuando sale el sol, la gente sale corriendo a la calle, llenando los inmensos parques verdes con sus picnics, fútbol, criquet, cervezas… Esa parte es muy agradable.
¿Qué es lo que más le gusta del país en el que vive actualmente?
— Me gusta las oportunidades profesionales que ofrece, aquí todo el mundo acaba encontrando trabajo; me gusta el horario laboral, de 9 a 5 y se cumple a rajatabla; me gusta la honradez de la gente; por aquí las casas no tienen alarmas, aun siendo todo viviendas bajas, porque prácticamente no hay robos; me gustan los parques grandes y verdes, porque aunque no haga muy buen tiempo siempre hay gente disfrutando de ellos. También me gusta la actividad cultural de la ciudad, siempre tiene eventos culturales muy interesantes, desde exposiciones de artes, charlas, teatros, cine… Me gusta la mezcla de culturas juntas en una misma ciudad, te hace darte cuenta de la «suerte» que has tenido por nacer y crecer en un país europeo; me gusta la vitalidad, la proactividad y las ganas de superación de mis compañeros de la universidad, que siempre están buscando nuevas aventuras en las que embarcarse.
¿Y lo que menos?
— Sin lugar a dudas, el clima.
¿Promociona mucho su isla?
— Por supuesto. Mi isla viene conmigo allá donde voy.
¿En qué otro lugar del mundo le gustaría seguir desarrollando su carrera?
— En Estados Unidos o Australia.
Ya lleva unos cuantos años viviendo fuera de la Isla. ¿Qué es lo que más echa de menos?
— A mi madre, mis hermanos, mis tíos y primitos y a mis amigas de toda la vida. Echo de menos el no aparecer en las fotos de los eventos importantes de todos ellos, de perderme momentos.