El espacio urbano se está convirtiendo en un catálogo publicitario donde las empresas coronan edificios con grandes mensajes para atraer compradores. El auge de esta clase de publicidad callejera choca a veces con la preservación del entorno. Y es aquí donde entra en juego la Administración y el límite de permisividad.
Es Mercadal ha sido uno de los puntos calientes de esta práctica en las últimas semanas con una fachada que empezó a rotularse para, a los pocos días, recuperar su estado original. Era una propuesta de la firma de calzado Mascaró que iba a coronar un edificio ubicado a la salida del municipio atractivo para esta práctica. La empresa explica que se mantuvieron varias reuniones con el Ayuntamiento. No obstante, tras disponer del acuerdo con la comunidad de vecinos, la empresa de publicidad les indicó que todo estaba en regla y que por tanto, se podía ejecutar el proyecto. A los dos días de iniciar los trabajos, el Ayuntamiento lo paralizó. La empresa no entiende por qué otro negocio ha coloreado una fachada en la entrada del municipio y a ellos se les deniega. Aunque no comparten la prohibición, aseguran que «lo acatamos». Y aclaran que no quieren entrar en ningún tipo de polémica. Es más, la fachada ya ha recuperado su blanco tradicional. Esta empresa dispone de publicidad en muros de numerosos enclaves que no han generado controversias.
Por su parte, el alcalde de Es Mercadal, Francesc Ametller, asegura que el pintado de la fachada se inició «sin la licencia aprobada» y agrega que «ahora ha sido denegada». Advierte de que el Ayuntamiento no prohíbe la publicidad pero se deben «cumplir unos criterios». Además, una autorización así «podría asentar unos precedentes irreversibles». La denegación obedece, además, a la envergadura de la publicidad. Ametller avanza que la publicidad que se levanta cerca de la rotonda de acceso al municipio tiene un expediente abierto al no paralizar la obra de pintado cuando la Policía les advirtió.