A pesar de ser anglomenorquín y de que el idioma no fue un problema en su adaptación, Álex Vidal notó al desplazarse a Cardiff el vértigo que todos los estudiantes viven cuando dejan la Isla: salir del nido después de 18 años en familia. Este mahonés estudió Secundaria en el colegio San José, acabó su Bachillerato en el instituto Joan Ramis i Ramis y ahora cursa Ingeniería Mecánica en la Universidad de Cardiff, la capital de Gales y una de las ciudades británicas más importantes.
Este es su tercer año como universitario, ¿es lo que esperaba?
— Los estudios son un poco diferentes, son tres años en la mayoría de carreras y tienes la opción de hacer un año de prácticas, pero no a la vez que estudias, sino que te dan todo el año. Yo básicamente este año no estudio sino que trabajo; después haré un máster y en total serán cinco años de formación. En este tercer año llevo ya nueve meses trabajando.
¿Qué tal la experiencia laboral?
— Trabajo en una firma que se llama Dow Corning, es una empresa química y se dedica a crear silicona que se usa para coches, ropa, ventanas..., la verdad es que me quedé alucinado cuando vi para todo lo que se utiliza la silicona.
¿Son prácticas vinculadas a la universidad?
— Bueno, la universidad te da una serie de consejos, pero te deja, es como si salieras al mercado y buscaras trabajo. No son empresas que tengan un acuerdo con la universidad, son independientes y tú te buscas el empleo.
¿Eligió Cardiff por vínculos familiares?
— No, mi madre es del sur de Birmingham, tengo familia en Reino Unido pero no aquí. Es verdad que el idioma no ha sido un problema y, como mi carrera es más de números, no me ha sido difícil adaptarme. Elegí Cardiff porque estuve mirando rankings y notas, en el 'Ramis' te preparan bien, miré dónde podía entrar y esta universidad está bien valorada. Aquí piden A-Levels para la gente de Gran Bretaña, aunque conozco un español de Canarias y allí se pueden hacer asignaturas y lograr ese nivel en escuelas internacionales, en Menorca eso no es posible. Yo conseguí tener la nota media que pedían de Bachillerato y de Matemáticas.
A pesar de su origen materno, es nuevo en la ciudad. ¿Cómo se siente?
— Me he sabido adaptar bien, disfruto mucho, hay que decirlo. Cardiff tiene unos 28.000 estudiantes, lo bueno es que todo está cerca y puedo caminar a casi todos sitios. Es un ciudad no tan grande como Barcelona, que hay que ir en metro, pero tiene de todo y voy siempre en bici o caminando. En realidad, soy español y parece que me he ido al extranjero, pero venir aquí para mi ha sido como quedarme en España, este también es mi país. Así que esta experiencia me ha hecho ver que me apetece aún irme a otros países, descubrir otras culturas.
¿Cómo es el día a día en la universidad de Cardiff?
— Aquí todo no es estudiar, como en España, que no hay mucho tiempo para hacer otras actividades. Ya la primera semana, que se llama freshers' week (la semana de bienvenida al comienzo del año académico), hay una feria en la que se exponen todas las actividades, como idiomas y deportes que la universidad te facilita. El primer año me apunté a todo lo que pude: tenis, fútbol, squash, atletismo.., porque te dan tiempo para hacer muchas cosas fuera del estudio. Y así vas conociendo gente. En cuanto a la enseñanza, cuando hablo con mis amigos españoles que estudian parece que su jornada es más larga. De todos modos este año es distinto por las prácticas.
¿A qué se dedica en la empresa?
— Tengo un supervisor, un ingeniero especializado en maquinaria de rotación, como bombas hidráulicas, compresores... no sé si la traducción que hago al español es la correcta (ríe) rotating equipment; como es una planta química lo que hacen los ingenieros mecánicos es mantenerla. Mi día a día es ir a la planta, ver las condiciones en las que está y si se necesita reparar algo, encargarlo a los proveedores. De este modo hago la parte de ingeniería y la de gestión y administración. Aprendí inglés hablando con mi madre pero la verdad es que aquí he mejorado a nivel técnico y al utilizarlo con los clientes.
¿Y cuándo finalice en junio, cuáles son sus planes?
— Primero ir a Menorca, allí pasaré el verano trabajando como botones en el Insotel de Punta Prima. Luego en septiembre, con un programa de intercambio de la universidad, estudiaré un trimestre en la Queen's University de Kingston, en Canadá.
¿Nada de descanso y fiestas?
— Tengo ganas de disfrutar de las playas y el buen tiempo -aquí hace malo, aunque la lluvia no hace que la gente se pare, igualmente salen a correr o a lo que sea-. Pero la verdad es que me encanta trabajar en el hotel, porque me comunico con gente, conozco a ingleses, alemanes, italianos..., aquí por ejemplo, en Gales, son apasionados del rugby, y también trabajé en los palcos como camarero durante la Copa del Mundo.
¿Y aún tiene tiempo para correr, su gran afición?
— Sí, he participado en la Media Maratón de Lisboa y en la Maratón de Madrid, donde vive mi hermana. El año pasado también corrí en Milán con la universidad. Es un deporte que me ha ido gustando más y más y cada vez me apunto a más carreras.
Me ha hablado de la vida universitaria pero creo que hay un punto a destacar, el precio...
— Es caro, necesitas entre 3.000 y 4.000 libras al año solo para vivir, aparte de pagar los estudios. Este año las prácticas están muy bien remuneradas, así que no necesito ayuda económica de mi familia, que sí tuvo que ayudarme los dos primeros años.
¿No es un centro público?
— En Inglaterra las universidades son públicas pero aún así la carrera cuesta unas 9.000 libras al año (más de 11.000 euros). El Gobierno te concede préstamos y te paga todo, y una vez acabas la carrera y empiezas a trabajar devuelves el dinero en función de lo que ganas, debes ganar un mínimo de 21.000 libras anuales. Hay estudiantes que acaban con una deuda de 70.000 libras. Eso desde luego incentiva a ir a estudiar, a aprovechar las clases, valoras lo que cuesta. Yo pedí el préstamo para pagar mi carrera, y mis padres me ayudaron con el resto, por eso también me veo con una mentalidad diferente a la de mis amigos españoles.