Regresan a Menorca con una lección de vida en su mochila. Los doce días que han pasado en el campo de refugiados griego de Idomeni, en la frontera con Macedonia, les ha aportado fuerza, determinación y entusiasmo tras ver que quienes menos tienen no han perdido la esperanza y siguen luchando por una vida. Las doctoras de Atención Primaria Remedios Díaz y Lourdes Rodríguez de Zuloaga viajaron como voluntarias a la zona para aportar sus conocimientos a los desplazados que se encontraban, hasta ayer, atrapados en la frontera.
Han convivido con situaciones realmente complicadas como la desesperación, límites humanos, personas heridas de guerra, mutilados y familias con cuatro y cinco hijos malviviendo junto a las vías del tren.
Si ya no lograban comprender el posicionamiento de Europa con esta crisis, ahora, tras el viaje, su sentimiento es de indignación. Pero no pierden la esperanza en la condición humana ante «la cantidad de gente generosa que aporta su pequeño granito de arena a la situación».
El irritante olor de Idomeni producido por la quema de leña, mezclada con otros materiales, fue una de las primeras sensaciones que impactaron a Lourdes Rodríguez de Zuloaga. Suma otra, más amable, y es la que le trasladaron los niños refugiados que a pesar de su realidad, expresaban felicidad. «Jugaban con cualquier cosa y sonreían», apunta. No obstante, sus rostros cambiaban al oír un helicóptero. «En seguida se ponían las manos en los oídos y se escondían entre las piernas, les recordaba la guerra», expresa.
Remedios Díaz agrega a ello la desorganización. Y es que, así como los refugiados estaban atendidos en atención sanitaria y comida, carecía de orden. «No podemos olvidar que viven en un barrizal, llevan meses en tiendas y que, al empezar el calor la situación se hizo aún más asfixiante». La organzación es clave en situación extremas.
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