El centro de acogida de animales de Maó estaba lleno a principios de semana, como alertaba la protectora del municipio en las redes sociales, que buscaba casa urgentemente para dos pequeños podencos. La situación se restableció en pocos días y las perreras de Ciutadella y Maó vuelven a contar con jaulas vacías. Aunque la cantidad de perros varía según el día, Ángel Carmona, gerente de los centros de acogida, afirma que no están saturados: «De las 26 plazas de acogida de Maó, suele haber unas siete libres» y el centro de Ciutadella, que ha llegado a mantener hasta cuarenta, poniéndolos en jaulas compartidas, ahora mismo tiene alrededor de veinte animales sin reclamar.
Las protectoras de la Isla recalcan que esto no se debe a un descenso de animales abandonados, sino al aumento de familias que acogen temporalmente los perros en adopción. Una veintena de casas de cada municipio cuida de al menos una mascota para que no esté en la perrera, con lo que evitan que se saturen las instalaciones, sobre todo en verano, cuando hay menos adopciones. Tanto los voluntariosde la protectora en Maó como enCiutadella difunden por la red qué animales de los centros buscan dueño. La protectora ejerce de mediadora y realiza un seguimiento de la mascota, que obliga a esterilizar, algo opcional si la adopción se realiza directamente con las perreras. Aurelie Bekker, responsable de la protectora de Ciutadella, defiende la castración para evitar la cría sin control, que se traduce después en mascotas sin hogar.
Los mininos son minoría en los centros de acogida municipales, ya que se juntan con gatos salvajes y forman colonias. Las protectoras de la Isla han optado por construirles jardines habilitados, en el caso de Maó, en colaboración con el Ayuntamiento, y un refugio en Ciutadella. En este último se mantienen ahora cerca de 140 gatos. La protectora asegura que «no da abasto» y pide más conciencia a los particulares, que dicen «llaman cuando ya tienen a 20 crías en casa», en lugar de pedir que les ayuden a esterilizar a los adultos antes.
En noviembre, perros de caza
En verano descienden las adopciones de mascotas, por lo que aumenta su número en los centros, aunque el peor periodo del año para las perreras empieza el mes de noviembre, cuando termina la temporada de caza. Los cazadores abandonan los perros más viejos, que ya no sirven para capturar conejos o perdices. Entonces los centros llegan a recibir hasta siete u ocho canes, la mayoría, según Joana Carreres, de la Protectora de Animals de Maó, «en muy malas condiciones, esqueléticos». Para evitarlo la protectora pide que los cazadores se pongan en contacto previamente con sus voluntarios y llegar a un acuerdo para que mantengan al animal hasta encontrar alguien que se haga cargo.
Para aquellos que no consiguen un hogar en la Isla, la protectora de Maó mantiene un convenio con Tierhilfe, una protectora alemana que se encarga de encontrarles una casa de acogida en Alemania.
Las dos protectoras quieren hacerse cargo de las perreras «para mejorar las instalaciones» e instaurar un programa de adiestramiento para que los animales lleguen reeducados a sus nuevos hogares, «sin traumas». Para ello preveen concursar en la próxima adjudicación de los centros de acogida de animales.