Sin titulación universitaria, pero licenciado en la vida cum laude a partir de la intuición, el trabajo y la innovación, Enrique Sarasola vive aliado al éxito empresarial a partir del imperio Room Mate Hotels que preside y fundó hace solo una década. Hoy cuenta con 23 alojamientos de la cadena repartidos en 16 ciudades de seis países, que incrementará con nueve hoteles más durante el año en curso.
Casado con Carlos Marrero y padre de una hija, polifacético, osado, incluso transgresor, Sarasola añora estos días sus años como deportista olímpico de hípica en Barcelona, Atlanta y Sidney, al tiempo que prepara su debut en televisión en un programa en el que dará pautas a hoteleros cuyos establecimientos están en crisis. Le queda tiempo, no obstante, para disfrutar del verano menorquín e impartir esta tarde una conferencia en La Mola incluida en el ciclo (re)Pensar Menorca que organiza «Es Diari».
¿Mejor Menorca que Eivissa, otra isla de su agrado?
— Distinto. Las dos tienen sus encantos y estoy enamorado de ambas.
Retos y oportunidades para la Menorca del siglo XXI es el título del ciclo. ¿Cuáles son?
— Ahora mismo cualquier destino turístico tiene que usar el sentido común y saber dónde se quiere colocar. Eivissa lo ha hecho bien pero ha de ir con cuidado para no morir de éxito tras haber apostado por el turismo de calidad. Menorca tiene grandes cualidades, está muy bien conservada, pero debe mejorar en cosas y saber posicionarse.
¿En cuáles?
— Debe tener en cuenta hacia dónde va el turismo del mundo. La Isla está en una situación privilegiada por haber destacado su atractivo natural y acoger a un turista más familiar, pero ha de tener un criterio. Echo de menos en muchos sitios que las cosas se hagan sin un criterio, con diálogo y consenso entre lo público y lo privado.
¿Ese sería el problema de Menorca, no saber con exactitud el modelo que quiere?
— Si, la Isla está ahora un poco sin definir.
¿Si fuera uno de sus hoteles, cómo lo explotaría?
— Mantendría la esencia de la Isla acoplándola a las nuevas formas de turismo, con diálogo entre administración y empresa privada, como por ejemplo hizo Barcelona.
Usted ha dicho que los políticos deberían poner menos trabas para abrir establecimientos hoteleros, algo de lo que sabemos mucho en Menorca...
— No conozco la política menorquina, pero mi experiencia es que cuando ponen a gente para regular el turismo sin conocer la materia es un desastre. Lo importante es que un político escuche al pueblo y no que decida él lo que se tiene que hacer.
Nueve hoteles más abre usted en este 2016, en solo un año. ¿Cómo se hace eso?
— Con trabajo y un gran equipo.
Pero usted tiene una apuesta clara con la que triunfa...
— Yo no soy hotelero, aunque hago hoteles y apartamentos, porque mañana igual hago cohetes. Room Mate Hotels es una filosofía de vida sobre cómo tratar al cliente. El «no» no existe, y aquí se nos ha olvidado que hay que sonreír porque el turista tiene que volver. El que solo viene una vez no es un cliente, es una visita.
El momento del hotelero español es boyante por los millones de turistas que nos visitan, ¿no está de acuerdo?
— Estamos viviendo una gran burbuja y hay que cambiarla. La planta hotelera no ha mejorado tanto como para merecer estas cifras de ocupación. Un 50% lo ha hecho bien pero el otro viene por las circunstancias de los países del Mediterráneo que nos han facilitado el trabajo. Si ahora, en las vacas gordas, no renovamos la planta, tenemos nuevas ideas y pensamos más en el cliente, cuando se reabran los otros destinos tendremos una crisis brutal.
¿Consejos, entonces?
— Que renueven, repiensen, reinviertan, rehagan... para estar preparados cuando vengan los malos momentos.
Más ideas y menos másters, dice usted. ¿Fuera títulos universitarios?
— No, no. Soy partidario de las universidades y me habría encantando tener un título y haber hecho un máster, pero la vida me llevó por otro lado. Estoy en contra del que piensa que solo hay que trabajar o estudiar, y también de las 'titulitis'. Hay que aprovechar el momento y si tienes una buena idea lanzarse y no esperar a acabar la carrera. ¿Quién me iba a decir hace 20 años que yo me iba a dedicar a los hoteles? Nadie, pero surgió y lo aproveché.