La gran atracción que Cala Galdana despierta entre los visitantes, ligada a una gran oferta en el sector servicios, convive con una zona más residencial, con chalés y casas cuyos propietarios son en muchos casos menorquines. Este contraste entre zona turística y residencial coincide, a grosso modo, con el límite entre los municipios de Ciutadella y Ferreries en los que está dividida la urbanización.
Y la diferencia en el mantenimiento de ambos espacios salta a la vista. El término municipal de Ciutadella ofrece una imagen de deterioro, con basuras acumuladas al lado de los contenedores, paredes y aceras rotas, papeleras llenas a primera hora de la mañana, restos de poda en el suelo y alumbrado defectuoso. Lo corrobora el estudio sobre el estado de las urbanizaciones de Menorca elaborado por PIME, en el que la urbanización tiene, históricamente, una de las peores evaluaciones.
Por contra, Ferreries cuenta espacios públicos en perfectas condiciones, zonas ajardinadas verdes y sin escombros en las calles. Esto se debe, en gran parte, a que dispone de una persona fija encargada del mantenimiento, reparando desperfectos y cuidando el entorno.
Los comerciantes de Serpentona sufren este contraste en la gestión que hacen cada uno de los municipios. Sevi Coll, propietario de dos restaurantes, lamenta el estado en el que se encuentra la urbanización. Junto al empresario alemán Horst Peters recopilaron fotos de gran parte de las zonas deterioradas y se las enviaron al Ayuntamiento de Ciutadella, para que tuviera constancia del estado en el que está una zona que reporta grandes ingresos en sus arcas municipales, vía impuestos. Desde entonces se han hecho algunas mejoras, reconocen, aunque sigue habiendo numerosas deficiencias.
Otro comerciante se muestra más indignado. «Estamos abandonados, aquí solo vienen recibos», denuncia, a la vez que critica que la administración «siempre pone excusas, sea del partido que sea».
Aparcamiento
Otro de los problemas importantes es la falta de aparcamiento. «En mayo ya están todos los parkings llenos, en muchos casos por culpa de las empresas de alquiler de vehículos», explican. Tal es el problema que los turistas cancelan sus reservas en los restaurantes ante la imposibilidad de encontrar un espacio en el que dejar el coche. En el peor de los casos estacionan en zonas verdes o en la acera, lo que también contribuye al deterioro de la calzada. Los comerciantes entienden que una reorganización de los aparcamientos existentes permitiría dar cabida a más vehículos. No obstante, «también queremos mantener la estética y el encanto de la zona como atractivo turístico».