Apenas diez familias disfrutan en invierno del paraje paradisíaco que supone este rincón del puerto de Maó, el Moll del Fonduco, en el término municipal de Es Castell. Si la Isla por estas fechas es un terreno abonado a la tranquilidad, este enclave es la quintaesencia del reposo donde no hay ruidos ni circulación que valgan, más allá de algunos despistados que acceden desde Cala Figuera o los propios residentes.
El Fonduco reunía años atrás a familias y pescadores, era lugar ideal para los baños, la caseta de Na Nena, hoy abandonada, presidía el acceso a la cala, y al final, un vivero de langostas, también abandonado, era seña de identidad.
Hoy, extrañamente, conviven edificios en ruinas con casas habitadas en perfecto estado, poseedoras de unas vistas exclusivas, una acera desgastada, una calzada en mal estado y la sensación de que las manecillas del reloj están aquí detenidas. Es así desde el 2000 cuando se produjo el cierre del restaurante Rocamar, su propio hotel y el hostal Miramar, hoy en venta y con amenaza de ruina tras haber sido nido de okupas y, por ello, tapiados sus ventanales.