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Una batalla personal para cicatrizar las heridas de la Guerra Civil

Rafel Carretero Bagur, junto a las fotografías de sus dos tíos y los libros sobre la Guerra Civil | Josep Bagur Gomila

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En la fosa común del cementerio de Bunyola (Mallorca) hay enterradas 15 personas que fueron asesinadas durante la Guerra Civil, de las cuales diez están identificadas y cinco no. Entre los identificados se encuentra un menorquín, José Filomeno Pons Sintes. Y entre los que falta por identificar otros dos podrían ser ciutadellencs: los hermanos Bartomeu (1906-1936) y Sebastià Carretero Gornés (1910-1936).

Así lo cree su sobrino Rafel Carretero Bagur (Ciutadella, 1949), que lleva diez años investigando el paradero de sus dos tíos, asesinados en Mallorca en 1936. Tras una década recogiendo información, tanto bibliográfica, como de los archivos y de las administraciones, tiene suficientes indicios que apuntan a que sus dos tíos están enterrados en Bunyola. Y cree que ya es ahora de que «vuelvan a casa»

Por ello, se quiere acoger a la Ley de Fosas, aprobada por el Parlament el pasado junio, para que se proceda a localizar, identificar y exhumar los cadáveres de la fosa de Bunyola, para «recuperar los cuerpos» y llevarlos a Menorca para que descansen en su tierra, casi 80 años después de su muerte. La de Bunyola es una de las doce fosas identificadas en el Mapa de Fosas elaborado por el Govern.

El camino para llegar hasta aquí no ha sido fácil para Rafel Carretero, pero ahora se muestra «esperanzado», para que se haga «justicia» y pueda «enterrarlos dignamente cerca de sus familiares». Lo que busca, explica, «no es abrir viejas heridas», sino «un acto de reconciliación», con el que «curar, desinfectar todas esas heridas que se produjeron durante la guerra, y que están sangrando desde hace demasiado tiempo, para que queden bien cicatrizadas para siempre».

Empezó su particular batalla hace diez años. Cuando cuenta su historia no puede contener la emoción, sobre todo cuando explica cuando se dio cuenta por primera vez de la brutalidad a la que fueron sometidos sus dos tíos, que parece que murieron a garrotazos, a causa de «una hemorragia cerebral», según consta en el certificado de defunción de las dos personas no identificadas y que Carretero cree que pueden ser sus dos tíos.

«Cuando leí el nombre de mis dos tíos en el libro 'Víctimes del silenci' quedé en estado de shock, al principio no pude reaccionar y después me dije a mí mismo que algo tenía que hacer». Y fue a partir de aquí que empezó a investigar, con la ayuda del historiador y archivero Marc Pallicer.

Carretero no llegó a conocer nunca a sus tíos, que fallecieron con 30 y 24 años de edad. Y en su casa nunca se habló con profundidad de lo que pasó a los dos hermanos de su padre. Carretero entiende el silencio que se vivió en su familia por «el miedo a las represalias» y también por el duelo que pasó la familia de su padre, que perdió en edad tempranas a cinco de sus doce hermanos: tres por enfermedad y dos por la Guerra Civil.

«Lo único que había oído es que mis dos tíos habían muerto, pero no sabía nada más», matiza. Pero al final ha acabado descubriendo casi toda la historia. Solo le falta la parte final, la de identificar los dos cuerpos.

La historia

Todo arranca en la huelga general convocada el 20 de abril de 1936 en la fábrica de zapatos de Pons Menéndez, en Ciutadella, tras una serie de despidos después de que los trabajadores exigieran un aumento de sueldo. La manifestación, convocada para ese día, acabó en disturbios, hasta el punto que dos personas resultaron heridas de bala, tras los disparos de dos guardias jurados. Los heridos fueron Dionisio Gelabert y Sebastià Carretero (el tío de Rafel Carretero). Dionisio Gelabert falleció tres meses después a raíz del disparo que recibió en la espalda.

Se abrió un procedimiento judicial y los guardias de seguridad fueron detenidos y condenados por el Juzgado de Maó, y los trasladaron a Palma. Estos recurrieron la sentencia y fue convocado otro juicio en la capital balear.

El 19 de julio de 1936 se desplazaron hasta Palma para testificar en el juicio tres menorquines: José Filomeno Pons Sintes y los hermanos Carretero Gornés (Sebastià todavía estaba convaleciente por las heridas de bala). En Mallorca se unió a ellos Jaume Gornés Vila (en Met es Groc), que también presenció los disparos. Este último residía en Mallorca ya que era futbolista del Club Constancia.

Era el 19 de julio. Y se acaba de producir el golpe de Estado de Franco, que triunfó en Mallorca, aunque no en Menorca, que siguió fiel a la República. Según relata Rafel Carretero ese día, tras el golpe, los cuatro fueron secuestrados y desaparecieron. «Se ve que vieron la ocasión para hacerlos callar para siempre», sospecha Rafel Carretero.

Y allí fue su final. Jaume Gornés Vila fue encontrado muerto en el Arenal de Palma. En el caso de los otros tres menorquines el camino fue más largo. La esposa de Pons Sintes en 1982 logró el certificado de defunción de su marido, tras haber confirmado (a través de las declaraciones de varios testimonios) que uno de los tres muertos hallados en Bunyola era Pons Sintes.

El certificado de defunción confirmaba que Pons Sintes había sido encontrado muerto en el torrente de Ca na Sili (Bunyola) el 12 de noviembre de 1936. Y junto a él había otros dos cadáveres, que no fueron identificados y todo apunta a que eran los hermanos Carretero Gornés. «Todos los caminos nos conducen allí», asegura Rafel Carretero. Partieron juntos de Ciutadella, fueron secuestrados la misma noche, por lo que no sería de extrañar que también fueran asesinados en el mismo momento y fueran enterrados en la misma fosa.

Una de las grandes dudas que planean todavía sobre Rafel Carretero es dónde y en qué estado estuvieron los tres menorquines los cuatro meses que transcurren entre el 19 de julio de 1936, cuando desaparecieron, y el 12 de noviembre de ese año, cuando los hallaron muertos en Bunyola.

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