La ficha
Entre dos continentes. Actualmente tiene fijada su residencia en Alton, en el suroeste de Inglaterra, pero por motivos laborales pasa también temporadas en Florida, Estados Unidos, y en el sur de España, en Cádiz.
Lugar y año de nacimiento. Maó, 32 años.
Formación académica. Licenciada en Veterinaria por la UAB
Ocupación actual. Veterinaria y quiropracta en la empresa The Hampshire Equine Clinic, situada en Alton, Reino Unido, donde trata caballos de competición.
Vive en: Alton, condado de Hampshire.
Su sueño es: crear un centro de rehabilitación equina en Menorca, cuando se retire.
Jessica Pons Mata siempre tuvo claro que quería trabajar con caballos. Ha vivido de cerca la pasión por estos animales, en su familia, y esta joven veterinaria de Maó eligió de forma natural su camino, prefería ejercer en las cuadras que estar en una oficina.
Ahora cuida a caballos en la élite del deporte, auténticas figuras del polo, una competición con arraigo y mucha afición en Inglaterra, donde ha fijado su residencia. Aunque el condado de Hampshire es por así decirlo su base de operaciones, Jessica viaja a menudo debido a su profesión. Pasa temporadas en Estados Unidos y también en Sotogrande, Cádiz, porque cuida a un equipo de polo alto (primera división de este deporte). Es una de las responsables de que los caballos rindan al máximo nivel y para ello deben ser tratados por manos expertas.
Atesora anécdotas como conocer a la hija del rey de Dubai y tratar a sus caballos en Inglaterra, pero Jessica no se olvida de los suyos, de Menorca. «Sin su apoyo, todo esto no habría sido posible, y más viniendo de una familia humilde, gracias a ellos estoy aquí», asegura. Aunque también hay estudio, entrega, muchas horas, sacrificio y mérito propio, como deja ver en esta entrevista. Atiende a «Es Diari» en videoconferencia desde su casa en Alton.
Volvamos al principio, ¿cómo llegó al Reino Unido?
—Llegué en septiembre del año 2013 para realizar una estancia en un par de clínicas veterinarias, en el sureste, en Newmarket. Volví a Menorca por Navidad y en enero de 2014 regresé para hacer un curso de inglés en Bristol. Yo ya había trabajado en Barcelona, donde estudié la carrera de veterinaria.
¿Notó un fuerte cambio?
—La cultura es diferente y el cuidado del caballo también, es de más calidad, hay más concienciación. Además aquí se invierte mucho dinero en la hípica y la equitación, es un negocio, tanto en las carreras como en el salto.
¿Dónde trabaja actualmente?
—En The Hampshire Equine Clinic, en lo que en inglés se llama ambulatory practice, es decir, vamos con nuestro coche a visitar a las hípicas y clubes de equitación. Luego tenemos una clínica de rehabilitación, para tratar y recuperar caballos con lesiones deportivas (problemas de ligamentos, articulaciones, bajada de rendimiento...). También combino el tratamiento veterinario con la quiropraxia, les ayuda a recuperarse de tendinopatías, problemas musculares, desmopatías, artrosis..., es una aproximación más holística y a los caballos les encanta.
¿Cómo surgió su vocación?
—Mi familia siempre ha tenido caballos en plan amateur, yo siempre lo he visto desde pequeñita. Mis bisabuelos y abuelos son conocidos en el hipódromo por tener caballos trotones de carreras y siempre hemos sido una familia de campo, humilde y de caballos. Mi madre empezó a montar y se dedicó más a la doma, y mis tíos siguen corriendo en el hipódromo. Yo de adolescente hice mucha doma clásica y he salido en las fiestas de Maó, Es Castell y Llucmaçanes. Siempre he sido muy apasionada de los animales y tenía claro que si iba a ser veterinaria, sería de caballos.
¿Por qué dejó Barcelona?
—Estaba con una buena empresa, Equihealth Veterinarios, llevan un equipo de doma clásica nacional. Trabajábamos en el club de polo, llevábamos el Open Sports Club, también me ocupaba de la sección montada de la Guardia Urbana, con ellos salimos en 2011 al London International Horse Show en el estadio Olympia, con 30 caballos desde Barcelona, fue muy bonito, mi primera salida. Pero después de 5 años como veterinaria junior ya no podía avanzar más, ni me podían ofrecer más, el tema del presupuesto es limitado en España, y si quieres crecer y mejorar en esta profesión tienes que irte.
No está tan reconocido el trabajo en España.
—Es por una cuestión de cantidad y calidad de trabajo. En España los sueldos son muy limitados, tenemos un problema, cuando yo estudiaba creo que había 14 facultades de veterinaria y ahora son 16, es una barbaridad. En mi opinión está mal gestionado, hay muchos veterinarios que trabajan de asistentes y enfermeros y con sueldos patéticos. Empecé las prácticas sin cobrar y... en fin, el problema es que el trabajo es totalmente vocacional y lo haces porque es tu pasión y te gusta, pero se convierte en un abuso. Si lo explicas en cualquier otro lugar de Europa se les ponen los pelos de punta.
Ahora tiene calidad en el empleo
—Sí, el nivel de trabajo es duro e intenso –me levanto a las 5 de la mañana, empiezo a las 6 y no acabo hasta las 5 de la tarde–, pero la remuneración es mejor, la empresa me provee de casa y coche, y con mejor calidad de clientes al fin y al cabo. En Inglaterra tienen algo muy bueno, un concepto del animal diferente al que hay en España, aunque ahora eso está cambiando, pero aún estamos por detrás. El manejo del caballo es mucho mejor, la gente sabe más, cada día aprendo también de mis clientes. Eso te obliga a levantar tu estandar, a espabilarte.
¿En qué se nota esa mayor concienciación?
—En que se va más a la prevención y no tanto a la curación. En España a veces llegabas a una emergencia y el animal igual se te estaba muriendo, las urgencias eran catastróficas.
Sus pacientes, los caballos, son además profesionales...
—Hago mucho salto y polo, he tratado caballos que pueden llegar a costar 3 millones de dólares.
Muchísimo dinero, habrá que mimarlos.
—Exacto, son las estrellas. El salto de obstáculos es ahora el deporte de moda y se invierte mucho en la compra y venta de animales. Ahí es donde ahora estamos trabajando más, salto y polo. En Inglaterra hay una afición al polo enorme.
Y eso implica viajar
—Sí, viajo mucho porque tenemos clientes que compiten a nivel internacional y siguen el tour europeo o ciertas competiciones. También porque cuido un equipo de polo alto que viaja y ahora es la temporada aquí en Inglaterra, de marzo a julio; luego van a España, a Sotogrande, y yo sigo al equipo –que tiene 60 o 70 caballos–, pasamos un mes en Sotogrande, agosto; luego los caballos vuelven a Inglaterra a descansar, y este equipo tiene también una base en Wellington, Florida. Allí pasan el invierno y yo con ellos, de enero a marzo. Tienen caballos en Europa y en EEUU, quizás viajan 7 u 8 caballos, los buenos, los envían a Florida y en enero empieza la temporada allí. Hay un lote de caballos en los dos continentes.
¿Y los mejores se trasladan?
—Si hay algún caballo puntero, que va a marcar la diferencia, lo envían por avión, pero todos no, porque un viaje de un caballo volando de Ámsterdam a Miami igual cuesta 15.000 dólares.
Supongo que la responsabilidad es elevada.
—Cuando trabajas con caballos de deporte hay mucha presión. El ambiente todavía es muy masculino, a nivel profesional, y como mujer siempre tienes que luchar más y demostrar que eres igual de buena. Yo ahora tengo por encima a mi jefe, el dueño de la empresa, y yo soy la siguiente veterinaria con más experiencia, este año cumplo 10 años como licenciada y ya tengo mis propios casos. Pero siendo mujer, joven y española, pues tienes que demostrar que estás segura de lo que haces.
¿Animaría a seguir sus pasos?
—A la gente le cuesta moverse, pero yo les recomendaría que sigan su pasión y que no se achique, es mejor equivocarse que quedarse parados sin hacer nada. Ese gen isleño que nos hace siempre estar con añoranza, lo llevamos muy dentro y a veces nos penaliza. Cuesta irse.
Ha sido caixera en las fiestas ¿cómo las ve en la distancia?
—El caballo en Menorca es algo más familiar, casi una mascota y antes, un animal de trabajo, en el campo. Se cuida pero no es un atleta, no lo necesitas siempre al cien por cien. Cuesta trabajar más en prevención. Yo soy profiestas pero sí considero que hay mucha gente amateur, tendría que educarse más en equitación y en el bienestar del animal. Al final es una exhibición, como lo puede ser el salto, y los caballos a veces no tienen el nivel de fitness que deberían tener, también tendría que haber más inspección veterinaria. Tendríamos que profesionalizarlo un poco, preocuparnos por el caballo y obligar al jinete a tener unos mínimos de equitación. Porque ahora hay gente que alquila un caballo, lo monta un mes y sale en la fiesta.
Si regresa a Menorca, ¿qué proyecto le gustaría realizar?
—Me gustaría retirarme en Menorca, y hacer algo bonito, como un centro de rehabilitación para caballos.