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Menorquins al món

«Qatar vive volcado en el próximo Mundial»

El destino laboral de su marido permite a Laura Villamar, diplomada en Turismo, vivir una experiencia única en este país árabe

La familia en uno de los restaurantes de la ciudad. Laura destaca que los platos son sabrosos y especiados. | L.V.H.

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La ficha

Lugar y año de nacimiento

— Maó, 27 de abril de 1980.

Formación académica

— Diplomada en Turismo por la Escola Mediterrànea de Barcelona.

Ocupación actual
— En excedencia de su trabajo como supervisora de recepción en el hotel Princesa Sofía.

Vive en...

— Doha, la capital de Qatar.

Su objetivo es...
— Ahora mismo dedica su tiempo a la adaptación de sus dos hijos pequeños y a empaparse de la cultura del país.

Una oferta laboral en Qatar Airways para su marido, piloto comercial, ha cambiado la vida de esta menorquina, Laura, que ha pasado de residir en Barcelona –donde cursó sus estudios y trabajó durante casi diez años en el Hotel Princesa Sofía–, a vivir en la conocida como la capital mundial del lujo, Doha. Algo de lo que da fe, ya que junto a las filigranas árabes, la ostentosa decoración, los grandes centros comerciales o los rascacielos de la city financiera que recuerdan a Manhattan, ocupan una mención especial los automóviles de gama alta, y es que confiesa que nunca antes había visto tanta concentración de coches XL y de marcas como Aston Martin, Ferrari o Rolls-Royce. Todos ellos con una motorización especial para soportar un sistema de aire acondicionado que funciona a tope y sin descanso en esas tierras de sol inclemente.

Pero más allá del primer impacto, esta diplomada en Turismo y madre de dos niños, Candela de ocho años y Fernando de seis, está aprovechando a fondo la experiencia, que define como «una inmersión cultural» y una «aventura light» –porque son expatriados bajo el amparo que les da el contrato de trabajo con la aerolínea–, para toda la familia. El padre, Juanfer, llegó en enero de 2017 como «avanzadilla», y Laura y los niños, a los que ahora dedica la mayoría de su tiempo, aterrizaron en Doha en pleno mes de agosto, cuando la temperatura mínima por la noche no baja de los 35 grados. Ahora cumplen un año en este país del Golfo Pérsico.

 ¿Costó mucho tomar la decisión de irse a Qatar?
—Suponía un poco una aventura para todos. Las condiciones económicas de Qatar Airways son muy ventajosas, los niños tenían una edad en la que ya una decisión así no se podía demorar más, y decidimos probar. Es un cambio radical, pero solicité una excedencia y nos lo hemos tomado como una experiencia. Intentamos ver el lado bueno, para mi marido es una oportunidad laboral, para los niños supone entrar en contacto con otras culturas, en un colegio internacional, aprendiendo en inglés, y para mí es también una ocasión de una inmersión cultural; también espero poder trasladar esa experiencia en un futuro a mi trabajo.

¿Qué es lo primero que le ha llamado la atención?
—Qatar es un país de expatriados, que se está abriendo al turismo y que ahora mismo está muy volcado con los preparativos del próximo Mundial de Fútbol en 2022. Y lo que la gente más me pregunta es si tengo que ir cubierta pero no, no me tengo que cubrir la cabeza y puedo conducir, porque aquí ellas conducen. Aunque las mujeres y los hombres cataríes sí visten a la manera tradicional, ellas llevan la abaya, una túnica negra hasta los pies, y van cubiertas, y en ocasiones también la cara; yo la única vez que me puse la abaya fue para realizar una visita a la Gran Mezquita y te la regalan. Ellos usan la túnica blanca, thobe, también hasta los tobillos, y en la cabeza el pañuelo o ghutra, con una sujeción que se llama agal.

La sensación es que expatriados y musulmanes no se mezclan demasiado.
—Musulmanes hay de muchos países, y realmente cataríes hay pocos, representan solo un 20 por ciento de la población del país, porque importan tanto mano de obra como personal cualificado. Hay extranjeros de todo el mundo, en el colegio hay niños de más de 70 nacionalidades, es una auténtica Torre de Babel, han traído gente de todo el mundo y la comunidad de expatriados es muy grande, entonces siempre buscas la afinidad y te reúnes más con los que son europeos.

Aunque las normas de vestimenta sean más relajadas para los occidentales, existen.
—Sí, las mujeres no podemos ir con tirantes o con ropa corta por encima de la rodilla, aunque en la urbanización en la que vivimos es más permisivo. Sin embargo por la ciudad hay letreros en los que educadamente te dicen que ahora eres uno de los suyos y piden que respetes sus costumbres, y que no uses tirantes, shorts o que tampoco se enseñe el ombligo. Pero bueno, en los centros comerciales el aire acondicionado está tan alto que tienes hasta frío, ¡hay que coger una chaqueta y ponerte calzado que te cubra los dedos de los pies!

¿Dónde se han instalado?
—En una urbanización llamada La Perla, una construcción ganada al mar que es impresionante (un archipiélago artificial de casi 4 millones de metros cuadrados, un complejo residencial donde la mayoría son extranjeros). Aquí a las urbanizaciones las llaman compounds, son cerradas, con guardas de seguridad y control en los accesos. La Perla tiene 31 torres de pisos.


¿Es cierto el tópico del lujo y la riqueza en este pequeño país?
—Tienen la renta per capita más alta del mundo, son una potencia en petróleo y gas licuado cuando hace 50 años eran nómadas y recolectores de perlas, y son muy proteccionistas con su país. A partir del momento en que se encontraron esos recursos comenzó a crecer y el centro financiero ahora es una especie de Manhattan que antes no existía, para levantarlo hay aquí gente de todo el mundo: ingenieros, arquitectos, médicos, pilotos, petroquímicos...., luego también está la gente que construye todo eso, en condiciones salariales más bajas es cierto, y que en su mayoría proceden de países c omo Bangladesh, Pakistán o India.

Supongo que el tiempo es algo más que una conversación de ascensor, allí marca la vida.
—Aquí el aire acondicionado es imprescindible las 24 horas del día. Hay seis u ocho meses en los que la temperatura es buena pero el verano es duro, puedes llegar a 50 grados; el problema es que la mínima por la noche no baja, es de 36 o 37 grados y con un porcentaje altísimo de humedad, cuando el sol cae, todo desprende calor, el suelo, las paredes..., esos meses son terribles. Es tan fuerte que cuando llegas y sales del aeropuerto es como un puñetazo en la cara, y eso que soy menorquina, ¡sé lo que es la humedad! Pero se te empañan las gafas, los cristales, todo, porque la temperatura en el interior de los edificios es muy fría.

¿Cómo han sido acogidos, se sienten a gusto?
—Sí, los españoles en general les caemos bien, les gusta España y siguen mucho nuestra liga de fútbol. La verdad es que dan muchas facilidades para que vengan familias, en Doha la gente planea cosas para hacer con los niños, en familia, como ir a la playa o al parque el fin de semana, extienden alfombras, ya plastificadas por debajo, llevan sus neveras..., es un aspecto dominguero que me sorprendió.

¿Se plantea trabajar allí?
—De momento estoy más pendiente de la adaptación de mis hijos y descubriendo el país. La idea es estar aquí unos años, es atrayente vivir el Mundial, todo está en obras, siendo uno de los países árabes más pequeños, es importante para ellos celebrar un encuentro de ese calibre. Y más con el bloqueo que padecen ahora (desde junio de 2017 Qatar vive un bloqueo comercial por parte de Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Egipto y Baréin que le acusan de apoyar el terrorismo; Doha niega las acusaciones y no se doblega).

¿Están resistiendo esa crisis con los países de su entorno?
—Están desarrollando industrias para poder autoabastecerse, incluso trasladaron 4.000 vacas en avión para producir lácteos. También han buscado otros países proveedores, como Turquía. Yo lo que veo es que el emir es muy reconocido y que parece que su gobierno está saliendo reforzado.

¿Es recomendable como destino turístico?
—Yo creo que sí, los cataríes son amables y correctos, es un país muy seguro, puedes dejar un teléfono iPhone de última generación en la mesa de un restaurante e ir a pedir a la barra que a la vuelta sigue ahí, nadie lo ha tocado. También dejan el coche arrancado con las llaves puestas para entrar y salir a una tienda. ¡yo a eso aún no me he acostumbrado! Hay playas muy bonitas, artificiales y naturales, el zoco es el mejor lugar del mundo y muy barato, y lo que yo aún tengo pendiente es visitar el desierto. Lo que sí veo que se hacen mucho son excursiones de un día durante la escala en el aeropuerto de Hamad, que es un hub y punto donde confluyen muchas rutas internacionales.

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