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Menorquines con acento

Werner Lutz: «Aquí la vida es mucho más fácil»

Werner Lutz | Javier Coll

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La ficha

Originario de Múnich, Alemania

Distancia: a 1.085 kilómetros de Menorca.

Nació el 30 de septiembre de 1961.

Actualmente vive en Maó.

Llegó a Menorca por primera vez en 1972 y se instaló hace ocho años.

Profesión: en su país trabajaba en el sector de la maquinaría médica, en la Isla regenta un restaurante tailandés.

Su lugar favorito de la Isla es: entre muchos, se queda con dos: Cala Pilar y Sa Bassa Verda.

A principios de la década de los 70, el padre de Werner encontró en Menorca el espacio que estaba buscando para montar un complejo turístico y habilitar un lugar para que los deportistas prepararan la temporada de tenis. Pensó hacerlo en Mallorca y también en Florida, pero al final se decidió por Binisafúller.

¿Su padre era jugador de tenis?

—Sí, pero no profesional. Se embarcó en el negocio con un socio, compraron el complejo, que ya tenía un restaurante, y construyeron las pistas.

¿Qué le pareció Menorca cuando llegó?

—Un paraíso, un sitio muy tranquilo, un lugar por otra parte al que siempre era complicado venir porque no había muchos vuelos; una cosa que hay que decir no ha cambiado con el paso del tiempo (risas). Pero como lugar de vacaciones, lo recuerdo fantástico.

¿Cuándo decide mudarse a vivir aquí?

—Pues mucho tiempo después, hace ahora unos ocho años. Fue a raíz de la separación de mi primera esposa en Alemania. Ella se quedó con la compañía que teníamos y yo sin trabajo. El restaurante de la familia en Menorca siempre estaba alquilado y cada pocos años cambiaba de manos. En un momento dado mi padre decidió que ya no se iba a alquilar más y puso sobre la mesa dos opciones: cerrar todo y venderlo como terreno o llevarlo nosotros mismos. Al final decidimos poner un restaurante tailandés con mi mujer, y en eso estamos desde entonces.

¿Cómo se ganaba la vida en Alemania?

—Tenía una compañía con la que trabajaba en el sector médico fabricando maquinaria, vendíamos productos a hospitales de toda Europa. Siempre me he dedicado a las ventas y creo que, independientemente del sector en el que te muevas, lo que necesitas es hacer un buen producto, tener un precio competitivo y ofrecer un buen servicio.

Y aquí se decantó por la restauración. ¿Por qué un tailandés?

—Pues porque mi mujer es de Tailandia, pensamos que era un buen campo para probar. Empezamos con poca cosa y ahora hemos montado un negocio bastante grande.

Una propuesta bastante exótica. ¿Cómo responde el cliente?

—Muy bien. Es el único restaurante tailandés de Menorca, somos muy auténticos y creo que ofrecemos buen producto, buena calidad y buen precio. A los ingleses que viven aquí les encanta, y también a muchos jóvenes menorquines que han viajado, aunque hay que decir que con la gente de la Isla un poco más mayor ya resulta más difícil conectar. En general gusta, e intentamos abrir durante casi todo el año. No estamos aquí solo para los turistas.

¿Se puede vivir más allá de la temporada turística con un producto así?

—Sí, solo paramos en enero y febrero para recargar las pilas (risas). En lo que se refiere al turismo 2018 ha sido un año especial, difícil diría; hemos perdido muchos turistas ingleses y alemanes. Y también de Suiza, que suelen ser muy buenos clientes, pero hemos ganado con el turismo nacional, que se concentra en julio y agosto, y estamos contentos con esa subida. No solo trabajamos mucho en el restaurante, también los hacemos con los masajes.

Veo que han diversificado el negocio.

—Son cosas diferentes, pero compartimos el espacio. Tengo clientes que vienen para disfrutar de como sería pasar un día en Tailandia. Primero los masajes, luego la piscina y después la comida (risas).

¿Cuál es su relación con ese país asiático?

—Estuve viviendo allí un año antes de venir a Menorca. Ahora regreso siempre un par de meses en invierno, este año iremos también a Camboya. Me encanta la vida en Tailandia porque la gente piensa de forma diferente que los europeos, viven de una forma más fácil y están más contentos. Allí no se trata solo de ganar dinero, no necesitas tanto, la vida es muy diferente. Ese año allí me vino muy bien personalmente.

Un país que es un potencia turística.

—Sí, pero creo que tienen un problema muy similar a Menorca, y tiene que ver con que se suben los precios y se baja el servicio, y la gente cada vez compara más y eso se tiene en cuenta.

Su mujer también lo dejó todo para venirse a la Isla. ¿Cómo ha sido para ella la experiencia?

—Toda una aventura, pero está encantada de la vida. La verdad es que trabajamos duro, pero tenemos nuestra recompensa con las vacaciones: solo faltan ocho días, nueve horas y siete minutos para salir (y muestra la cuenta atrás en una aplicación del móvil).

¿Y su adaptación a la vida menorquina cómo fue?

—Fue bastante duro y fácil a la vez. Hay costumbres diferentes, pero a mí lo que más me costó fue adaptarme a la burocracia. Lo que puedo arreglar en Alemania en medio día aquí me lleva tres semanas, más o menos. Eso me resultó duro de aceptar, y al principio me hizo la vida más complicada. Me lo planteé como si solo hubiera dos opciones, aceptar como son las cosas, como si estuviera dentro de una burbuja para poder sobrevivir, o tener un infarto… Tuve uno y sobreviví.

¿Mucho estrés?

—Se me juntaron muchas cosas. Pero todo me ayudó para intentar ver las cosas de una forma más fácil. Ahora vivo mucho mejor, acepto algunas cosas pero con otras me planto. Creo que la calidad de vida es mucho mejor aquí que en Alemania. Si me preguntas hoy si puedo retornar a mi país para vivir, te diría que no. Mi casa y mi vida está aquí, a Alemania voy a visitar a mis hijas y familiares, pero solo de vacaciones.

Pero uno siempre echa de menos cosas de su tierra.

—Soy de la parte sur del país, de Baviera, y aquí lo que me falta son los beer gardens (jardines de cerveza), donde nos reunimos para beber y pasarlo bien.

¿Como un oktoberfest?

—No, eso solo es una fiesta de dos semanas, yo me refiero a los restaurantes que abren en el campo en verano, donde llevas tu propia comida y solo compras la bebida. También echo de menos las excursiones por las montañas y las visitas a los lagos.

¿De qué le gusta disfrutar en la Isla en su tiempo libre?

—La realidad es que durante la temporada no hay tiempo libre, en julio y agosto trabajamos como robots, pero en épocas como ésta me gusta disfrutar de la tranquilidad. La tranquilidad es muy mala para la empresa y los negocios, pero para la calidad de vida es fenomenal para tener una vida más fácil, y aquí lo es.

Sus compatriotas también valoran esa vida más fácil de las islas, aunque se decantan mayoritariamente por Mallorca. ¿Se puede competir con ese destino?

—Es una cuestión de tener más vuelos y más actividades. Hace poco viaje a Alemania: hasta Mallorca me costó 35 y euros, y de Palma a Munich 25. La cosa es que desde cada ciudad en Alemania hay vuelos diarios a Palma. Luego tiene que haber cosas también que ofrecer, porque en la Isla parece como si hubiera una nueva cadena de negocios que se llamara «Se Traspasa» o «Se Alquila», cada vez abren más de esos (risas).

¿Es difícil emprender en Menorca?

—Estar aislado lo hace difícil, los vuelos, los barcos, las mercancías que necesitas traer, los precios que pagas para cada cosa. Comprar un trozo de madera para construir puede costar el doble aquí que en Mallorca, y la explicación habitual es que vivimos en una Isla. ¿Qué pasa con Mallorca, no es una isla? Creo que en Menorca es necesario un proceso de adaptación, dejar atrás algunas cosas del pasado y mirar al futuro.

¿La vida fácil esa de la que habla tiene futuro para usted en la Isla?

—Sí, mi futuro está aquí. Mis hijas me visitan cada año, y también les gusta mucho Menorca.

¿Y qué me dice de la gastronomía local?

—Me gusta mucho la cocina de productos frescos del Mediterráneo, sus preparaciones naturales y fáciles. La comida tailandesa necesita mucha más preparación en comparación con las recetas europeas. En Tailandia cuando comes una sopa cada cucharada tiene un gusto distinto, hay muchos más ingredientes, más sabores…

... Y más picantes.

—Todo el mundo piensa que toda la comida tailandesa es muy picante, pero no es así. Podríamos decir que un 30 por ciento pica y el resto no. A las recetas picantes nosotros les hemos rebajado el nivel. El picante tiene que estar cuando tiene que estar en algunos platos, si no sería como comerse un bocadillo de sobrasada sin sobrasada.

Y ahora que va a regresar a Tailandia, ¿qué es lo primero que va a hacer cuando aterrice allí?

—Cuando lleguemos a Bangkok vamos a comer algo en la calle, esa es la comida más auténtica y económica que hay.

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