María Ángeles Moscoso Córdoba, Marilyn para su familia y amigos, falleció en febrero de 2019 víctima de un cáncer de cérvix uterino con tan solo 44 años de edad. Su viudo, Francesc Pallicer Pons, y sus hijos Francesc y Núria, han querido en el primer aniversario de su despedida hacer pública su lucha de tres años contra la enfermedad. Aseguran que su carta a la sociedad no es un reproche, «no pedimos nada ni cuestionamos a nadie, compartimos la buena opinión que Marilyn tenía de la gran mayoría de profesionales de la sanidad pública, y también privada, que nos atendieron», pero sí quieren invitar a la reflexión.
DOCUMENTO | «És el mateix patir un càncer (o qualsevol altra malaltia greu) a una illa com Menorca què patir-lo en un altre indret?» (PDF)
Y es que en ese largo proceso existieron obstáculos añadidos por el hecho de afrontar el diagnóstico en una isla pequeña, Menorca, como fueron los viajes a Mallorca durante seis meses para recibir tratamientos en el Hospital de Son Espases; una breve hospitalización en Son Llàtzer para una intervención y traslados asimismo a Barcelona, al Hospital Vall d'Herbron, derivados por el IB-Salut para un ensayo clínico y las pruebas de un segundo al que la paciente ya no pudo llegar. Ante esta realidad su pregunta en voz alta es «¿de verdad no se puede acercar el sistema a las necesidades reales de las personas que viven en Menorca?», y añaden, en el caso concreto de los ensayos clínicos, si no sería posible realizarlos mediante los profesionales que hay en la Isla. Esos ensayos son la esperanza de personas que, como Marilyn, no logran la curación con los tratamientos convencionales de radio y quimioterapia.
Otra de las peticiones que se desprenden de este texto, triste y valiente a la vez, es reforzar el apoyo emocional al enfermo y su entorno así como disponer de todos los datos y opciones. «El paciente y su familia necesitan información clara desde el minuto cero, para poder tomar decisiones de manera consciente, no como autómatas», explica Francesc
Como acompañante en consultas y hospitales, asegura que hay una carencia en la sanidad y es que, además de intentar curar el cuerpo, «enfermos y familiares necesitan mucha ayuda para gestionar la confusión, la preocupación, el miedo y la incertidumbre» que se les viene encima con un diagnóstico de cáncer. «Por nuestra experiencia personal puedo asegurar que lo que más hemos tenido ha sido incertidumbre», señala este padre de familia en su escrito. Ese apoyo emocional, asegura, es básico no solo cuando el enfermo libra la batalla contra el cáncer sino también en los últimos momentos, cuando ya se le deriva a la unidad de cuidados paliativos y los trámites hacen la espera angustiosa. «Los últimos días ingresados supusieron un gran estrés añadido, no solo por el estado de Marilyn sino por la inseguridad de la situación», relata este viudo, «faltó una persona profesional que te acompañe muy especialmente en la última etapa de la vida, que nos diera seguridad y apoyo». Cuando el tiempo se acaba, concluye, los trámites administrativos, las esperas y la falta de información redoblan la angustia.