Son algo más de las doce y media del mediodía y la terminal del aeropuerto registra más movimiento del habitual, por momentos da la impresión de que empieza a tomar el tono del verano. Es el primer día del año en el que no se exige PCR a los pasajeros ni ninguna otra prueba, salvo que procedan de alguna comunidad con una incidencia acumulada a 14 días de 60 casos por 100.000 habitantes.
Acaba de tomar tierra el avión procedente de Madrid, que es una de esas comunidades, y prácticamente todo el pasaje llega con la creditación de un resultado negativo de la PCR y con el formulario QR del Govern cumplimentado. Solo un pasajero es desviado al punto en el que los técnicos de Cruz Roja realizan la prueba de antígenos.
Una familia de tres que procede de Santander y viene a pasar tres semanas en Menorca, presenta todos los papeles en regla, saben que eso forma parte del viaje, según explican mientras el personal del Gsaib (Gestión Sanitaria y Asistencial, organismo del Govern balear) comprueba la documentación. La mayoría de los pasajeros recorre los pasillos del control con los papeles o el teléfono móvil en la mano y lo supera sin problemas.
En su mayoría son parejas jóvenes y algunos grupos de cuatro que por lo general vienen a pasar ocho días de vacaciones, según relatan. Algunos confiesan que tendrán que combinarlas con el teletrabajo, lo que explica que la apertura ha motivado el viaje turístico en cuanto se han relajado las normas, aunque se mantengan las exigencias laborales diarias.
Una pasajera a la que espera aquí su hijo responde satisfecha que lo tiene todo en regla y que incluso está vacunada desde hace días, que es otro de los requisitos que basta para allanar la entrada a Menorca.
El avión ha llegado prácticamente lleno, según comentan, y no se han producido aglomeraciones en el control establecido en la terminal. Nadie muestra tampoco precipitación por salir, quien más quien menos ha asumido que la realidad de hoy es diferente, que la vieja normalidad se acerca pero no ha llegado todavía.