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Guerra Rusia-Ucrania

Iryna Shostak, ucraniana residente en Maó: «Los rusos disparan a civiles que quieren salir de ciudades sitiadas»

Se vio atrapada durante las vacaciones y su huida junto a otros refugiados acaba en Cracovia tras un angustioso viaje

Ayuda en Lviv. Iryna (derecha), junto a Andriy (centro) y su hija Olga (izquierda). Andriy tiene una hermana, Hanna, en Menorca, y les ayudó a viajar a la frontera, por la noche, desde Lviv. | Redacción Local - I.S.

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Nada podía hacer pensar a Iryna Shostak, cuando el pasado 2 de febrero inició sus vacaciones en su tierra, Ucrania, que estas acabarían de manera abrupta y traumática al verse envuelta en una guerra. Para salir del horror ha viajado junto a su hija Olga en tren, en autobús, ha permanecido en un centro de acogida de refugiados en Zamosc, ciudad fronteriza de Polonia ha cubierto una de las rutas del éxodo de desplazados por la invasión rusa hasta poder sentirse a salvo en la Unión Europea, en Cracovia.

Iryna reside y trabaja en Maó, pero su madre y un hermano están en Ucrania. Su relato, entrecortado por la emoción y la rabia, es como el de muchos otros compatriotas, de incomprensión y acusaciones de genocidio hacia el presidente Putin.

«Yo estoy bien, no quiero hablar de mí, pero quiero que Europa sepa lo que está pasando aquí, ¿por qué?, ¿porqué está pasando esto?», se lamenta.

¿Dónde estaban cuando comenzó la invasión?

-En Krivói Rog (ciudad a unos 500 km al sureste de Kiev). Allí es donde viven mi madre y mi hermano. Ellos temían siempre que algo pudiera pasar con Rusia, pero cuando no ves a tu familia en un año, vas, y nunca piensas que en el siglo XXI pueda ocurrir algo así. Teníamos el vuelo para regresar a Menorca el 9 de marzo.

Ahora estamos ya a salvo en casa de una amiga en Cracovia y tenemos los billetes de regreso vía Barcelona para el 7 de marzo.

¿Su ciudad ha sido asediada?

-Dicen que hoy (por el jueves) llegarán allí, pero mi madre no ha querido salir. Mi hermano y el padre de mi hija también se quedan para luchar. Somos ucranianos, distintos, no somos rusos, nunca les hemos estado esperando. En una ciudad cerca de Crimea la gente mayor, abuelas, mujeres, cuando ha llegado el ejército se han puesto delante de los tanques, gritando que se vayan, nuestro presidente es Zelensky. Cuando empezó todo el 24 de febrero los rusos dijeron que atacarían objetivos militares pero no es verdad, tenemos muchos civiles muertos, 22 niños, y en las ciudades que ocupan no dejan salir a la gente, si alguien intenta irse disparan, disparan como Hitler.

¿Cómo ha sido ese viaje atravesando Ucrania?

-Terrible. Cogimos un tren desde mi ciudad a Lviv, viajábamos 15 personas unas pegadas a otras en un espacio donde normalmente caben cuatro. El trayecto hasta Lviv, que está cerca de la frontera con Polonia, duró 22 horas. Cuando hay una guerra no sabes ni por dónde vas ni cómo vas o llegar, pero hemos tenido suerte, no hubo problemas. Después, como tenemos amigos, otra chica que vive en Menorca, Hanna, tiene un hermano en Lviv y él nos recogió y llevó a su casa. Descansamos y por la noche salimos en un autobús hacia la frontera.

¿Cómo les recibieron?

-Ayudan tanto que ni te lo puedes creer, parecía que trabajaban como un taxi, te ven con maletas y te abren las puertas de los coches, te dicen que entres y te llevan donde tú les pides. Te rompe el corazón, te dan comida caliente, llegas y te acogen, ofrecen su casa. Porque muchos refugiados no saben a dónde ir.

Nosotras tenemos casa en la UE, tenemos trabajo, estamos aquí en Polonia y ya estamos fuera, a salvo, pero hay gente que cruza la frontera con los niños y es como ¿ahora qué hago? No tienen dónde ir. Nosotras llegamos por la noche a la ciudad de Zamosc y dormimos en un centro de voluntarios de acogida de refugiados.

Por la mañana en otro autobús viajamos a Cracovia y estamos en casa de otra amiga aquí y ya tenemos los billetes para ir a Barcelona.

Ahora lo que nos preocupa es cómo se queda la gente en Ucrania, por mi madre y por mi hermano.

¿Sufrieron algún ataque?

-No, en esta parte del país todavía no están atacando. Los primeros días bombardearon bases militares. Cuando llegamos a Lviv sí tuvimos que pasar dos o tres horas en un refugio subterráneo porque sonaban las sirenas avisando de posibles bombardeos.

¿Antes de pasar a Polonia intentaron salir por Rumanía?

-Sí, en un principio pensamos que sería más fácil, porque en la frontera de Polonia hay mucha gente. Pero luego vimos que era mejor salir con los autobuses que evacuan a las mujeres y los niños hacia Polonia, porque quienes vienen con el coche pueden estar tres o cuatro días esperando para pasar.

¿Qué quiere decir al mundo sobre este conflicto?

-No quiero hablar de mí, ahora estoy bien, estoy viva. Quiero que Menorca y España sepan que esto es un genocidio, están matando niños pequeños, bombardeando hospitales y guarderías. Nadie en Ucrania quiere ser ruso, no queremos la paz que traen los rusos.

Cuando pasas por las ciudades, y lo he visto con mis ojos en este viaje, solo hay pintadas pidiendo que se vayan. Putin explica a todo el mundo que aquí hay nazis, también en Lviv, y no es cierto, en esta ciudad están ayudando a todos los ucranianos que llegan, nadie quiere la ayuda de Putin ni su paz rusa.

Parte de su argumento es también la persecución a la lengua rusa, ustedes lo niegan.

-Yo hablo ruso, he vivido en Ucrania siempre sin ningún problema, y he vivido bien. No fui a España porque aquí viviera mal, sino porque me casé y formé una familia allí. Ahora tengo más ganas de viajar por Ucrania, es tan bonita, no quiero tomar fotos de la guerra. No tengo palabras para definir a Putin, las peores que encuentres en español. Sus soldados tienen 20 años, los manda como carne, hay seis mil que han muerto, no van a buscar sus cuerpos. Algunos cuando entran y son prisioneros lloran y dicen que no sabían a lo que iban. Es un dictador y su propia gente no le importa. Quien tiene hijos lo entiende, un loco te dice que tu hijo tiene que morir, y por nada.

Ahora estará deseando regresar a casa.

-Sí, nosotras hemos tenido suerte, pero ahora piensas en los que se quedan. Todo el mundo está unido, ayudando y dando todo el dinero que tienen para resistir, sin pensar en ellos mismos o el mañana.

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