Gabriel Escarrer (Palma, 1971) es vicepresidente ejecutivo y consejero delegado del gigante hotelero Meliá Hoteles International y una de las grandes personalidades mundiales del sector hotelero. Ha visitado Menorca para presentar en sociedad el nuevo Villa Le Blanc (Sant Tomàs), la niña de sus ojos desde que navegaba por aguas del sur de la Isla primero de niño y después con sus hijos. En ese viejo hotel a primera línea de playa oteó una oportunidad de invertir en un hotel destino, un prototipo de cinco estrellas gran lujo con los máximos estándares de sostenibilidad. Esa visión ya es una realidad pero en Menorca también tiene su gran asignatura pendiente, sacar adelante la polémica transformación del Sol Milanos Pingüinos, del que celebra no haber sido el constructor.
¿Es el Villa le Blanc el ejemplo de lo que quieren hacer en Son Bou?
—Sin lugar a dudas. Empezamos con la transformación en su día del Falcó, continuamos con el Meliá Cala Galdana, y vimos que esa apuesta por la calidad tenía una recompensa importante, ya no en rentabilidad, sino en contribución a la riqueza. Este va a ser nuestro buque insignia y esperemos, a ver si nos dan algún día la licencia, que el próximo sea el Sol Milanos Pingüinos. De los 392 hoteles que tiene la compañía en el mundo, el único que nos queda de tres estrellas es el Milanos Pingüinos. No estoy orgulloso de ello. Además creo que es un modelo caduco que no tiene mucho más recorrido, pero hemos estado pendientes de que nos den las licencias para poder acometer una reforma que yo creo que es hiperrespetuosa con todos, con el paisaje y con el pueblo menorquín. Queremos acometer una reforma estructural de gran calado, estamos hablando de más de 60 millones de euros de propuesta de inversión.
¿Está la Isla preparada para ser un destino de lujo?
—Creo que Menorca tiene un posicionamiento único al ser Reserva de Biosfera. A nivel de oferta complementaria en los últimos años ha evolucionado de forma muy positiva. Quizá en esta zona (Sant Tomàs) haya mucho por desarrollar, pero por eso hemos hecho mucho hincapié en traer lo que opinamos que es lo mejor de Menorca al hotel para que entre todos vayamos fabricando el destino. Estoy convenido de que este hotel va a convertirse en un hotel destino en sí mismo. La gente hablará de ir al Villa le Blanc. Es una apuesta que requiere tiempo, posicionamiento y paciencia. Está claro que vamos a posicionar el Villa Le Blanc en unas tarifas muy altas, donde la ocupación el primer año no será lo más relevante, ni mucho menos, pero estoy convencido que será un éxito.
¿Corre el riesgo Menorca de morir de éxito por la sensación de masificación?
—Espero que no. Está claro que la planta hotelera de Menorca en los últimos 20 años apenas ha aumentado el número de plazas.
En la última década casi ocho de cada diez nuevas plazas han sido en viviendas...
—Exacto. Yo creo en el alquiler turístico, pero debe ser regulado y controlado porque si no, sí que podemos morir de éxito y puede ocurrir como está pasando en ciudades cuyo centro histórico está perdiendo su identidad y se están convirtiendo en parques temáticos donde es imposible la interacción con el local. Lo que estás haciendo es rodearte de otros turistas, todos con el trolley e intentar experimentar algo que no es real, es ficticio, con lo cual esa pérdida de identidad puede ser lo peor. Creo que tanto Maó, como Ciutadella, como otros pueblos maravillosos que hay en Menorca, siguen teniendo mucha identidad y no creo que corramos el riesgo de esa masificación. Dicho eso, entre todos tenemos que desarrollar el modelo turístico de futuro que queremos y para mí no es apostar por la cantidad, sino por la calidad. El éxito de este tipo de hoteles va a servir de ejemplo y de modelo.
¿Cómo va la temporada en sus hoteles en la Isla?
—Estamos cinco o seis puntos por debajo de las cifras de 2019 en ocupación, pero en tarifa media estamos por encima, es de ello de lo que estamos orgullosos. Es una apuesta por la calidad, por un tipo de cliente que se involucra, que deja dinero. Yo soy muy escéptico con ciertos modelos de comercialización donde el cliente se queda en el hotel y no sale al exterior. Al final les da igual estar aquí que en Turquía. Creo que es un modelo obsoleto y hace muy difícil diferenciarse frente a destinos que son hipercompetitivos en términos de costes y que tienen una flexibilidad que nunca va a poder tener un país como España.
Subidas de hipotecas, inflación, quizá recesión, ¿cómo va a afectar al turismo?
—En estos momentos hay una demanda embalsada, los anglosajones le llaman el revenge travel. Después de dos años con muchas limitaciones, la gente está ansiosa de tener unas vacaciones únicas. Y comparado con épocas anteriores hay muy poca sensibilidad al precio. Si tú das un servicio y un producto acorde a las expectativas, el cliente está dispuesto a pagarlo. Yo creo que esto tiene un recorrido, que igual será este año o un poco del año que viene, pero creo que las vacaciones se han convertido en una necesidad básica, no en un lujo. Por mucho que pueda haber o no una recesión, creo que igual no tendremos una demanda como hemos tenido en los últimos meses, pero estoy convencido de que las ansias de viajar y sobre todo de experimentar algo más allá del ‘sol y playa' van a seguir.
¿Qué les diría a los ecologistas sobre los hoteles de Son Bou?
—Les diría que ni Meliá ni la familia Escarrer ha construido ningún hotel en Menorca, todo son compras que hemos hecho. Nuestra apuesta no ha sido por la cantidad, sino por la calidad. Está claro que no nos sentimos orgullosos de este hotel y me siento relativamente aliviado de no haber sido el constructor. De hecho el promotor fue un menorquín, que quebró. El proyecto original era de 16 torres iguales en Son Bou y estaba aprobado. Nosotros tenemos los dos solares de los lados, hemos presentado al GOB y al Consell un proyecto que para mí es lo más respetuoso habido y por haber, pero al final como cualquier empresario se busca un equilibrio. Seguro que si por los ecologistas fuera sería maravilloso tirarlos, pero tenemos que dar de comer a mucha gente y dar retorno a los inversores. Es en ese balance donde viene nuestra propuesta. Ya no sabemos qué hacer para acometerla. De hecho demandamos en su día al Ayuntamiento por la denegación de la disposición adicional cuarta.
¿Qué opina de la moratoria de plazas de la Ley Turística?
—Para mí es extremadamente positiva. Insisto en la búsqueda de la calidad y no quiere decir que todos sean hoteles cinco estrellas. En ese repensar el modelo me parece adecuado detener el crecimiento para saber qué queremos hacer. Pero no solo se tiene que hacer en los hoteles, también en las viviendas, en los cruceros, etcétera. La ley turística no solo apuesta por la calidad, quiere que seamos un reflejo en Balears en temas sostenibles y sociales. Este hotel es un fiel reflejo, queremos apostar por la calidad, apostar por el medio ambiente y por que nuestros empleados se conviertan en apóstoles de la causa y ser un buen ejemplo de prácticas laborales. El conseller de Turismo (Iago Negueruela) nos dijo ‘no sabes lo orgulloso que me siento, veo muy reflejada la nueva Ley de Turismo en este hotel'.