Las altas temperaturas y la falta de lluvias han secado el campo, impidiendo una floración adecuada para el desarrollo de las abejas. Los efectos del cambio climático han hecho mella entre los apicultores, que coinciden en que «ya casi no queda miel de Menorca». El año 2021, según indica Antoni Anglada, apicultor y propietario de la empresa Dolçamar, fue «el peor año de las últimas tres décadas por la sequía». Este 2022, asegura, «ha sido otro mal año» por la disminución de alimento y polinización.
En consecuencia, ha habido pérdidas de colonias de abejas y una producción de miel muy discreta. «Ha sido un año muy malo, el clima no ha sido el que debe de ser para garantizar la supervivencia de las abejas y el éxito del proceso de elaboración de la miel», explica el también apicultor y gestor de la marca comercial Mel i Untis Miquel Anglada.
Ante la falta de alimento, algunos apicultores se han visto obligados a alimentar de forma artificial a las abejas. Si bien la climatología no ha acompañado, también ha influido la expansión de la varroosis. Se trata de una enfermedad producida por la Varroa destructor, un ácaro estrechamente vinculado con las arañas y garrapatas que vive como parásito externo en las abejas y que afecta a todas las fases de su desarrollo. «Las abejas están en peligro y una de las amenazas es este parásito», afirma Sebastià Pons, apicultor que dirige S'Eixam.
Pons, que es el primer apicultor de Menorca que decidió profesionalizarse hace ya 40 años es, actualmente, el mayor productor de miel de Menorca y el más veterano. Cuenta que ya realizó la cosecha de miel a principios de junio y que ya ha vendido toda la producción. «Ha sido entre un 30 y 40 por ciento menos que lo que se espera de un año bueno», explica, por todos estos problemas a los que se enfrenta, en estos momentos, el sector apícola en la Isla.
De cada vez más, coinciden los apicultores de Menorca, las cosechas son «más malas» y las producciones de miel «más pequeñas», en parte, también, por la presencia de abejas de otros países que saquean las colmenas de las autóctonas. Todo esto, al final, influye en el encarecimiento de la miel una vez sale al mercado. «Hay que trabajar entre todos, fomentar las siembras favorables para la apicultura y una agricultura más sostenible», declara Miquel Anglada.