El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima que más de 14,8 millones de personas han huido de Ucrania desde el inicio de la ofensiva militar rusa el 24 de febrero, siendo este el desplazamiento más numeroso y rápido de refugiados en décadas. Parte de esa población que ha abandonado el territorio ucraniano se encuentra en Menorca, donde se han llegado a reunir hasta más de 100 personas.
Fue en marzo cuando empezaron a llegar los primeros refugiados con la esperanza de volver pronto a su país. «Al principio no nos creíamos que iba a haber una guerra en pleno 2022, pensábamos que iba a ser una amenaza temporal y que en un par de semanas podríamos volver a Ucrania», explica Aleksandra Ocheretiana, una madre soltera que llegó a Menorca junto con su hija en abril.
Ya han pasado ocho meses desde que estalló la guerra en Ucrania y los refugiados en la Isla se enfrentan, desde entonces, a muchos problemas. «Ni ellos ni las familias de acogida han recibido las ayudas económicas que se anunciaron por parte de las administraciones», denuncia Daria Iegorova, ucraniana residente en Menorca desde 2017. «Nadie sabe nada y siempre hay mucha espera burocrática», añade.
A medida que las personas ucranianas van llegando a la Isla huyendo de la guerra acuden a la Policía Nacional para activar la protección temporal y obtener así los permisos de residencia y empleo. Todas ellas, excepto una que está muy enferma y menores, han estado trabajando con contratos temporales que, en su mayoría, ya han finalizado. Es el caso de Aleksandra Ocheretiana, que aún siendo directora de estilismo en Ucrania ha trabajado como camarera durante la temporada de verano.
«Es muy difícil adoptar una vida normal aquí y necesitamos encontrar una solución», lamenta Aleksandra. Los refugiados ucranianos, en su mayoría mujeres y madres con hijos, aseguran que están muy agradecidos por haber sido acogidos aquí pero reconocen que la situación que viven «es muy complicada y estresante». Sobre esto Daria recuerda que «la guerra todavía existe y parece que nos hemos olvidado, los refugiados necesitan que las administraciones faciliten información y cumplan con los compromisos».
Fraternidad y solidaridad
A la fraternidad de las familias residentes de Menorca que abrieron las puertas de sus casas para acoger a los ucranianos se suma la solidaridad de un grupo de voluntarios ingleses que, desde que empezó la guerra en Ucrania, empezaron a recolectar ropa de invierno, alimentos y enseres de casa para hacerlos sentir cómodos e integrados. «Hacemos esto porque no hay nadie con autoridad aquí que tenga responsabilidad sobre los refugiados», aclaran.
También crearon un grupo de Whatsapp con ellos para saber qué necesitaban y conseguirlo. Cuenta Aleksandra que «a algunes les facilitaron almohadas porque usaban toallas enrolladas como cojines». Cada dos semanas se reúnen en un almacén del polígono de Maó cedido por la empresa náutica Clearwater Marine y allí los voluntarios entregan a los refugiados ucranianos todo lo que precisan para vivir. «Están recibiendo ayudas particulares de la sociedad civil, si no fuera por esto y el apoyo de las entidades sociales estarían desamparados», confiesa Daria. Por esto, declara, «hemos pensado en crear una asociación de ayuda a ucranianos para que haya una persona jurídica con poder que actúe de intermediario y solicite información y ayudas».
Los menores, los más afectados a nivel psicológico por la guerra
La guerra ruso-ucraniana puede tener graves consecuencias a largo plazo en la salud mental de los menores, advierten desde la organización Mental Health Europe. Numerosas investigaciones confirman el impacto que tienen los conflictos bélicos en el desarrollo y bienestar de los niños y jóvenes, al presenciar esos episodios y ser separados de sus familiares. «Desde que llegamos estamos aprendiendo a vivir una nueva vida aquí para mantener a nuestros hijos a salvo», expresa Aleksandra Ocheretiana, «pero es muy complicado», agrega. La mayoría de refugiados ucranianos son mujeres y madres con hijos, y estas últimas son quienes peor lo están pasando tras el exilio forzado. «Hay muchos niños que tienen problemas psicológicos, ataques de pánico y no pueden dormir si no es con medicamentos», aclara Aleksandra. Su hija es una de las afectadas y una de las víctimas de las heridas invisibles de la guerra en Ucrania.
El apunte
La falta de servicios básicos y el frío provocan una nueva oleada de refugiados ucranianos
Durante las últimas semanas, Rusia ha ido acumulando derrotas en el frente y ha respondido atacando las infraestructuras de servicios básicos. El presidente ruso, Vladimir Putin, apuesta por una estrategia que pasa por desmoralizar a los civiles, privándoles de calor, electricidad y agua potable a medida que se acercan unas condiciones invernales severas. «Los refugiados ucranianos quieren volver a su país, allí tenían trabajo y una buena vida, pero no pueden arriesgarse ahora tal y como está la guerra», explica Daria Iegorova.
Ante la inestabilidad del suministro energético y la falta de agua, miles de ciudadanos que aún permanecen en Ucrania se están viendo obligados a salir del país para cruzar las fronteras y refugiarse. «Va a venir más gente y es necesario que las administraciones actúen» para garantizar el derecho de asilo, comenta Aleksandra Ocheretiana. Más de 250 días después del inicio de la invasión de Rusia a Ucrania, los refugiados en Menorca no ven un final cercano. Aún así, Daria mantiene la esperanza y asegura que «vamos a ganar la guerra, es mejor un invierno complicado que toda la vida con Rusia».