En abril hará un año que Aleksandra, su hija Eva y su gato llegaron a Menorca. Estar alejadas de sus seres queridos ha sido muy complicado para ellas. «Extraño mucho a mi familia que permanece en Ucrania, a mis padres, que son ancianos, y a mi hermano. El padre de Eva está luchando en las Fuerzas Armadas», revela.
«La depresión y las lágrimas ya forman parte del pasado», dice Aleksandra, que recuerda que «tardamos seis meses en adaptarnos y seguir con nuestras vidas, fue muy difícil». Ahora estudia español y es voluntaria en la Isla del Rey, mientras su hija continúa estudiando en la escuela ucraniana online y en una local presencial. Menorca se ha convertido en su segunda casa, pero confían en poder reencontrarse con sus familiares muy pronto.