Olga y sus dos hijos, Ivan y Katya, conocieron a muchas personas que les ayudaron y facilitaron la adaptación en Menorca. «Salvamos a nuestros hijos de la guerra y, aunque ha sido complicado, empezamos a vivir aquí de cero», explica.
Ahora se encuentran, de nuevo, con un problema que esperan poder resolver. Viven con más familiares en un piso de Cruz Roja en Ciutadella que tienen que dejar en unos días y no saben a dónde ir. «Nuestra condición de refugiados hace que tengamos oportunidades y derechos limitados en el mercado del alquiler», lamenta, al mismo tiempo que recuerda que «la guerra continúa y no podemos regresar, además, aquí tenemos la oportunidad económica de ayudar al resto de nuestra familia que permanece en Ucrania».