Anna, que tuvo que dejar atrás la vida que tenía en Kiev, solo muestra gratitud por todas las personas que la han acompañado durante todo este tiempo. Destaca «el cariño, la atención y ayuda» que ha recibido por parte de Ana, Gloria y Maite, que la aceptaron en su familia sin conocerla. «Con ellas he encontrado una segunda familia en Menorca y no puedo expresar con palabras lo feliz que me siento.
Es una bendición poder estar con gente tan maravillosa en un momento tan difícil», confiesa, al mismo tiempo que subraya el «gran corazón» que tiene Ruth y la «comprensión» del equipo de Autos Valls. «Gracias a toda la gente que he conocido y me apoya, no me siento sola», reconoce Anna, que ha aprendido español en el CEPA Joan Mir i Mir.