Autor de varios libros y referente entre los historiadores contemporáneos, Borja de Riquer, expone hoy en el Cercle Artístic algunas «reflexions actuals sobre el lloc de la història en el pensament crític» (20 h), una charla de la que adelanta algunas de las ideas que desarrollará.
¿Cómo reflexiona un historiador sobre el mundo de hoy?
—En este mundo de crisis política y cultural la reflexión del historiador solo puede ser a largo plazo frente a otros intelectuales, economistas y politólogos, que tienen una visión más de coyuntura, de corto plazo.
¿Una gran reflexión que destaque en estos momentos?
—El mundo que nació con la revolución francesa hace más de doscientos años está en crisis, estamos viviendo la agonía de una larga etapa en la que la vieja Europa que era el gran referente del mundo ha dejado de serlo.
¿Quién toma el relevo?
—El eje mundial irá hacia el Pacífico, hacia el enfrentamiento entre el mundo chino y el norteamericano. Europa, con toda su tradición y valores, jugará un papel cada vez más regional y más pequeño, inicia una lenta decadencia, hoy es dependiente militarmente de Estados Unidos, energéticamente de los países árabes y de Rusia y económicamente del comercio sobre todo con China.
¿Llegó tarde la idea de la Unión Europea o no ha sabido actualizarse?
—Llegó a tiempo, pero se ha hecho solo una unión económica por intereses mercantiles sin crear una unidad política seria. No hay una política exterior unitaria, se ha visto con la guerra en Ucrania donde quien marca el paso es Estados Unidos, porque no hay una política unitaria en la Unión Europea. Si continúa así, nunca será fuerte.
Por lo que cuenta, hemos de afrontar un nuevo liderazgo mundial de China.
—Seguramente, está clarísimo, lo verán nuestros hijos y nietos.
¿Cómo ve los movimientos nacionalistas en España?
—Lo que hemos hecho los historiadores es contrastar el nacionalismo español con los nacionalismos alternativos. Hace 30 años nadie estudiaba seriamente el nacionalismo español, sus discursos, políticas nacionalizadoras. Desde finales de los 90, los historiadores hemos advertido que si se quiere entender la razón del nacionalismo vasco, catalán y gallego ha de observarse que son la alternativa al nacionalismo español, son dos caras de una misma moneda, ha de estudiarse qué ha fallado en el nacionalismo español, mientras qué no ha fallado en el francés o el italiano.
El nacionalismo apela siempre a raíces históricas ¿necesitaba ese nacionalismo español que cita para renacer con fuerza?
—Resurge en el momento en el que se estaba creando el estado de las autonomías. Por primera vez no había una constitución centralista sino descentralizadora, que había de ir acompañada de un debate historiográfico y muy político sobre el porqué de los distintos sentimientos. Los historiadores no podemos dar una solución política pero sí constatamos que hay una diversidad y que la política ha de recogerla en vez de ir detrás de los hechos.
¿Qué recomendaría usted si estuviera en la política?
—Una cosa importante es escuchar siempre a los otros, saber que nunca tienes tú toda la verdad y que ha de ensayarse un terreno de entendimiento y de concordia, que quiere decir que todo el mundo ha de ceder y no enrocarse en el cien por cien de lo que cree y defiende.
No parece que en el caso catalán se ha usado ese talante.
—Las identidades no pueden imponerse, no es como una religión en la que se dice usted ya es español, le guste o no. Escuche, si no me siento español, no me lo puede imponer, en todo caso ha de ser tolerante y buscar un camino de entendimiento entre lo que piensa usted y pienso yo.
Ese camino no se percibe.
—La constitución española, como todas las constituciones, ha de renovarse, es una anomalía histórica que no haya sido reformas en más de 40 años, es una muestra de intransigencia increíble. La francesa tiene más de cien artículos reformados. Esto dice mucho del bajo nivel político de nuestros dirigentes.
¿No salva ninguno?
—Son inexpertos, excesivamente conservadores, no se atreven a ser hombres de estado, solo ven la coyuntura de las próximas elecciones y no piensan como los historiadores, a largo plazo.
Hablaba al principio de que estamos ante el fin de una era, ¿cómo es la que empieza, la digital como alguien ha dicho?
—Está todo muy mezclado, estamos en la época de máximo avance científico de la historia y la democracia liberal está en una crisis profunda, no hay país democrático, incluso Estados Unidos, sin crisis sobre el funcionamiento de su democracia y está apareciendo como alternativa el modelo chino.
Pero este tiene sus raíces en la dictadura comunista.
—Es autoritarismo efectivo. El modelo chino se está extendiendo a África, a buena parte de Asia y llegará también a América Latina, un gobierno autoritario pero eficaz, que sabe alimentar a toda la población a cambio de que no tengan derechos democráticos. Este modelo está ganando la partida. Ante esto nos hemos de situar ahora como historiador y como ciudadanos.