Presidenta los seis últimos años, la portavoz y secretaria general del PSOE menorquín, Susana Mora Humbert (Maó, 1982), mira ahora desde la oposición el movido inicio de mandato del nuevo gobierno del Consell. Con el PP en minoría y la consellera de Vox tumbando su primer presupuesto tras haber sido cesada por el presidente, Mora cree que muchos electores ya se están arrepintiendo de su voto.
—El día después de las elecciones, los votantes de izquierda fueron los primeros en despertar y preguntarse qué había pasado. La sociedad demandaba cambios, arrastrada por la ola antisanchista que movía la derecha, pero no a nivel insular. Y la prueba es que, pese a perder el Consell, la izquierda ganó en número de votos y sumó 1.300 más.
¿Ya ha digerido perder la presidencia?
—A nivel personal, sí, pero a nivel político aún analizamos cómo podemos mejorar el resultado. Me podría quedar en la autocomplacencia de pensar que el PSOE ha ganado en votos y ha sumado los mismos consellers, pero no dejo de preguntarme cómo no fuimos capaces de encandilar al votante de Podemos. El votante medio del PSOE tiene más de 40 años, y es el que emigró desencantado a Podemos en 2015. No lo pudimos recuperar.
¿Cómo ve el Consell desde fuera?
—Con muchísima preocupación. La verdad es que no doy crédito. A los 15 días de las elecciones, el PP anunció que gobernaría en minoría y los números 4 y 5 de su lista renunciaron a tomar posesión, lo que demuestra que no se veían gobernando. Luego entró Vox en el gobierno porque desde Mallorca se lo impusieron, se cesó a una directora insular por un error humano, luego lo de Vox… y así, de estridencia en estridencia. Lo vivo con preocupación, porque da la impresión de que no saben dónde están. El presidente Vilafranca aún no ha tomado conciencia de que ya no es un director insular, ni el portavoz del PP, ni un tecnócrata, sino el presidente del Consell. De todos los menorquines. Pero es como si no lo hubiera asumido. Ni hace por tener un proyecto propio, ni por reclamar lo que nos corresponde, ni actúa con la responsabilidad que se precisa. Le falta capacidad y liderazgo.
Usted también tuvo desencuentros con Podemos y Més, que más de una vez llegó a dar por roto el pacto, pero nunca quedó en minoría...
—Así es. Empecé el mandato de 2019 con Més en contra del cartapacio. Luego se plantó con la Ley de la Reserva… Pero la estabilidad del Consell era lo prioritario y, aunque se me pasó por la cabeza gobernar en solitario y en minoría, lo asumimos a favor de la calma que pedían los menorquines. Durante ocho años el PP me acusó de no saber presidir, pero nunca tuve la inestabilidad que ha sufrido el Consell en estos cinco primeros meses de mandato. En los ocho años, nunca se dejó de aprobar un presupuesto.
Pues en esta tesitura está el PP. Vox ha votado ‘no' al presupuesto. ¿Qué debe hacer Vilafranca?
—Hacer política, simplemente. Y eso no supone ceder a ningún chantaje, sino negociar. Ver cómo lograr que esta señora de Vox apruebe tus cuentas, cediendo también tú, pero no en lo que ella más quiere. Lo primero que debe hacer el señor Vilafranca es ser consciente de dónde está. Tiene la mayoría legítima, por haber sido el más votado, pero está en minoría numérica. Le corresponde abandonar la política de brazos caídos y negociar. Tiene una responsabilidad que traspasa el hecho de representar a su partido, pues ahora representa a todos los menorquines.
¿Qué espera de la confluencia entre el PP y Vox?
—Solo preocupación. Técnicamente no pasa nada porque se deba prorrogar un presupuesto, pero políticamente no se puede engañar al ciudadano. Me preocupa la política PP-Vox, pero más aún la política de brazos caídos y la opacidad del presidente. Le da miedo anunciar el pacto. Y, si finalmente lo hace, que sea con luz y taquígrafos. El PP intenta blanquearse. Dice que defiende el territorio, la educación, los servicios públicos… pero no es sincero, pues ya tiene a otro partido que le está haciendo el trabajo sucio. Por eso exijo al presidente transparencia, responsabilidad y altura de miras. Estando en minoría, requiere de grandes pactos. Y que no me diga que yo no busqué al PP cuando gobernaba, porque para entonces no lo necesitaba, ya tenía con quién pactar. Pero no es su caso.
¿Qué puede hacer el PSOE desde la oposición?
—Vilafranca puede gobernar con las cuentas prorrogadas y llevar a pleno modificaciones presupuestarias puntuales, que siempre son más fáciles de aprobar que no todo el grueso del presupuesto. Sería un fracaso político como una casa, sí, pero ahora es un recurso a su alcance. También anuncia que modificará el PTI sin necesidad de retocar el presupuesto. Pero yo no le puedo dar un cheque en blanco, ni garantizar mi voto para que luego lo aproveche a su antojo. No le puedo garantizar estabilidad para que luego haga su PTI, su carretera general y deshaga todo el modelo que hemos construido. Eso sí, le brindo sentarnos a hacer política, a negociar.
Cualquier solución, para el PP, pasa por una renuncia.
—Es que su situación es complicada, ya lo era desde el primer minuto, y no le queda otra que negociar. Con la derecha, radicalizándose con Vox, o virando a la izquierda y llegando a grandes acuerdos. El problema, repito, es que Vilafranca no quiere mojarse. Si aceptó pactar con Vox al inicio del mandato fue porque se le impuso ya que, al primer conflicto interno que ha tenido con su socio, lo ha echado del gobierno. Políticamente estoy contenta por ello, porque no quiero a Vox dentro, pero ahora volvemos a estar en el punto de partida. Como Pedro Sánchez, que ha tenido que negociar con todo el espectro ideológico del Congreso, también Vilafranca requiere de grandes acuerdos. Pero actúa con irresponsabilidad.
¿En qué cosas debería incidir para que el PSOE lo apoye?
—La primera, el escudo social. Virar hacia las personas, en un contexto de inflación que afecta al día a día de los menorquines. Todo se ha encarecido. Y así como el Gobierno de España ha sido consciente de ello y ha aprobado un escudo de medidas sociales, le exigimos al gobierno insular que haga lo mismo, pues tiene dinero en caja para costearlo. La transición ecológica es fundamental, como también limitar la entrada de coches en verano, pero nada de ello es tan importante si la gente no puede llegar a fin de mes. Por eso, en segundo lugar cabría incidir en las políticas de descarbonización, lo que implica gestionar el éxito turístico. Y no se trata de invertir más en promoción, no, sino de gestionar las posibilidades que ofrece la nueva Ley de la Reserva de la Biosfera, ya sea para limitar la entrada de vehículos como para gestionar el ciclo del agua. Tenemos un problema muy grave, pese a vivir en una isla. Vilafranca ha dicho que éste será el mandato del agua, y le aplaudo si lo consigue.
¿Cree que, tras medidas como la partida autonómica para segregación lingüística, volveremos a ver manifestaciones en las calles?
—Aún es pronto para decirlo. La menorquina es una sociedad pacífica y tranquila, pero también sumamente inconformista. Si los gobiernos insisten en seguir por esta vía, no descarto que la gente se alce. Y quede claro que no estoy incendiando a nadie, sino que quien incendia es quien gobierna y tiene la responsabilidad de hacer política. Y eso implica escuchar al ciudadano durante todo el mandato. Por mucho que gobiernes, no puedes hacer lo que quieras. Lo vimos en su día con las camisas verdes o las movilizaciones contra la carretera general de Alejandre. Menorca sabe muy bien lo que quiere y los menorquines no permitirán que nos cambien la isla sin más. El PP está estratégicamente dormido para enviar un mensaje de moderación, pero no podrá mantenerlo por más tiempo. Tendrá que definirse.