En apenas dos años de mandato ha habido seis dimisiones de directivos y otras de suplentes. ¿Qué ha sucedido?
—Son las lógicas tras dos años de un ingente trabajo, altruista y con mucha actividad, con unas obras para renovar el edificio, que todos los socios alaban. Las dimisiones no han sido por discrepancias severas en la directiva.
¿Convocan elecciones porque no hay otra alternativa?
—No, todavía somos siete, podríamos seguir, pero habría que sustituir al vicepresidente y a otros cargos, por asamblea, y yo debería aguantar. Para eso, ya convocamos elecciones directamente, y aprovecho para dejarlo.
Una parte de los socios ha sido muy crítica con su gestión.
—No diré nombres, pero las cuatro personas que han ido criticando e intoxicando cada día, uno era porque quiso colocar a su cuñado de gerente y la directiva le dijo que no; otro, porque estaba acostumbrado a poner barcas de alquiler en Cala en Busquets y le dijimos que allí no había barcas de empresas; otro, que seguramente estará molesto porque estuvo en la directiva y de todo lo que nosotros hemos arreglado, ellos no hicieron nada antes. Hay gente dolida por estas cosas y cada día critican la gestión del club y han hecho ver que había muy mal ambiente.
¿Así, lo atribuye a rencillas por acabar con ciertos privilegios?
—No digo que fueran privilegios, pero sí vicios acumulados. Naturalmente, si tienes un amarre, lo disfrutas diez años y viene un señor y te dice que no eres el titular, que lo era un señor que murió, o lo que sea, que no te toca, que es para otro que espera desde 2003 ...
¿Solo eso?
—Y que hayamos sido capaces de hacer todo lo que hemos hecho, en tan poco tiempo. Quizá a alguien no le guste, pero lo hemos hecho, no Salo, sino la directiva. Si lo valoras, verás que hemos arreglado lo que estaba mal. No pueden criticar nada, las obras están pagadas, sin derramas, sin subir cuotas a los socios. Lo normal de una persona que dice querer al club sería estar contenta, pero no es el caso y yo, ante estas batallitas... Alegan que son las formas de Salo, pues me retiro y ya está, me voy. Dicen que soy de ‘ordeno y mando', cuando casi todo se ha hecho por unanimidad. Evidentemente, siempre hay discrepancias en una directiva, pero se vota y se hace lo votado.
Se criticó que diera el cargo de comodoro a su hijo, Felip.
—No elegí ni la directiva. Mi manera de hacerlo fue que cada sección eligiera un vocal y que, si ellos lo veían bien, yo estaría al frente. Yo puse a tres personas, al comodoro, porque entiende de regatas, cosa que yo no sé; Antonio Segovia, un buen secretario; y Antoni Ponsetí. Y Felip ha hecho una gran labor, es ingeniero informático y ha informatizado el club. Pero como es mi hijo... También dijeron que le quería de gerente, pero no es cierto, hicimos un concurso, recibimos 19 currículums, seleccionamos cinco y quedó Gustavo Coll. Y parece que gusta a todos.
¿Y las obras de la sede del club?
—Esta gente decía que disparamos el presupuesto, pero trabajamos con lo previsto, se ha cumplido y se ha pagado. La gestión ha sido impecable.
¿Qué corregiría de su mandato?
—Me podrían echar en cara la decisión de hacer las obras, pero es increíble lo que hemos hecho. En seis meses, sin saber que haríamos obras, fuimos capaces de hacer el proyecto, obtener los permisos del Ayuntamiento, Ports y Costas. En julio tuvimos la idea, en diciembre empezaron las obras y en junio inauguramos.
Le acusaron de poco consenso.
—Se quejaron porque no hubo concurso de ideas, que no pedimos tres presupuestos. De no ser así, las obras todavía no habrían empezado. Lo podríamos haber hecho mejor, haberlo consensuado en asamblea. Tienen toda la razón, impuse mi idea y se aprobó por seis votos a cinco en la junta y se hicieron las obras.