Dos hijos, dos nietos, mil bebés que ha ayudado a nacer y miles de madres a las que ha preparado para el parto. Assumpta Uris Coll (Ciutadella, 1959), matrona desde hace 43 años, añorará a partir de ahora «ver bebés y controlar embarazos», el «bonito» trabajo que ha ejercido. Una vocación que ya tenía «muy clara desde que empecé a estudiar Enfermería en el ‘Verge del Toro' y la especialidad de Obstetricia y Ginecología en Barcelona» y que pudo convertir en su profesión, primero en el antiguo hospital de Maó, donde estuvo 10 años, y luego en el ambulatorio de Sa Platja Gran y el centro de salud del Canal Salat, donde ha ejercido los más de 33 años restantes. Assumpta lo deja justo nueve meses antes de cumplir la edad de jubilación. Como si se reservara para sí el último parto. Un año para viajar y hacer de madre y abuela que encara con «mucha tranquilidad». La que exhibe al pasar revista a toda su trayectoria.
¿Cómo llegó a ejercer de matrona en Ciutadella?
—Había estado diez años asistiendo la sala de partos del ‘Verge del Toro', hasta que se jubiló Laura Mesquida, la comadrona de Ciutadella, y cubrí su vacante. Primero en comisión de servicios, pero después tuve que opositar para lograr la plaza. Ahora ya hay una comadrona en Ciutadella y viene otra desde Maó dos días por semana para ayudarla a asumir todo el trabajo, que es mucho.
¿El servicio está bien cubierto?
—Sí. Aparte de la comadrona de Ciutadella y el refuerzo que nos llega de Maó, hay otra matrona en la zona centro que cubre tres poblaciones, y otras dos profesionales en Maó.
¿A cuánta gente ha ayudado a nacer?
—En los diez años que pasé en Maó, fueron unos mil. Pero, desde entonces, en Ciutadella solo he asistido partos de urgencia, pues he centrado mi labor en atender y preparar a múltiples mujeres. ¿A cuántas? Eso ya me resulta más difícil de calcular.
¿Algún caso que recuerde especialmente?
—Un parto de gemelos en el ‘Canal Salat'. Hay veces que llegas cuando ya ha nacido la criatura.
¿Cómo ha cambiado su profesión desde que empezó?
—Mucho. Ahora disponemos de más recursos. Pero la edad de la maternidad también se ha retrasado. Al existir la reproducción asistida, se ha dado opción de tener descendencia a mujeres que hasta ahora no podían dar a luz. Antes había más jovencitas y, en cambio, ahora hay un mayor porcentaje de mujeres maduras.
¿Cuál es la mujer de más edad a la que ha ayudado a parir?
—Una señora de 49 años. Y le fue todo bien.
¿Qué funciones asume hoy en día una matrona?
—Suelen relacionarnos solo con el momento del parto, pero nuestra competencia va desde la visita preconceptiva a los métodos anticonceptivos, el programa de detección del cáncer de cérvix, los problemas de sexualidad, el control del suelo pélvico, la preparación al nacimiento, el control de la gestación, la educación posparto… Y luego está el servicio de apoyo. Poder comunicarte con otras mujeres en una situación similar las ayuda mucho.
¿Qué le aconsejaría a una mujer que quiere ser madre?
—Que concierte la visita preconceptiva para poder revisar su estado de salud, el tipo de vida y alimentación que lleva y eliminar los hábitos que no sean saludables. Así podrá encarar una decisión tan trascendente lo mejor preparada posible.
¿Y si no hace caso, si no elimina los hábitos que pueden perjudicar a la criatura?
—Ahí está la clave, en saber acompañar y aconsejar, sin criminalizar ni culpabilizar, pues puede haber hábitos que, en ocasiones, resulten difíciles de eliminar. Por eso se realiza un seguimiento individualizado, y hemos llegado a derivar personas al servicio de drogodependencia para que las atiendan. Hay situaciones que son realmente complicadas.
¿Son muy frecuentes los embarazos no deseados?
—Hoy en día, con todos los sistemas de anticoncepción a tu alcance, un embarazo es evitable. Mucha gente recurre a la interrupción legal del embarazo.
¿Existe una buena educación sexual?
—No se puede generalizar. Cada cual tiene sus circunstancias, y depende mucho de la formación que haya recibido una persona.
¿Qué opina del aborto?
—Me compete asesorar sobre la concepción y anticoncepción, no decir si soy partidaria o detractora. Me lo guardo para mi.
Ayudó a crear la Associació Balear de l'Alletament Matern (ABAM).
—Sí, a través de Joana Maria Moll, que había creado la asociación en Mallorca, pusimos en marcha la de Menorca. Fue hace muchos años y, desde entonces, la asociación ya camina por sí misma. El primer domingo de octubre se celebra la semana mundial de la lactancia.
¿Qué beneficios tiene?
—Muchos. Nutritivamente, es la leche ideal para una criatura. Tiene anticuerpos que la protegen de enfermedades, genera un vínculo especial con su madre, es económica, no contamina... Es la más adecuada.
¿Aún son mayoría las mujeres que dan pecho?
—Comienzan muchísimas. Un 93 por ciento de mujeres optan por la lactancia materna desde el mismo momento que reciben el alta hospitalaria, aunque luego las hay que la abandonan. No obstante, al cabo de seis meses, el 65 por ciento aún siguen amamantando a sus pequeños. La reincorporación al mundo laboral interfiere en la lactancia, aunque no siempre se registra así.
¿Qué soluciones hay?
—Lo más recomendable es que la madre se vaya preparando un banco de leche antes de empezar a trabajar para que, cuando ella no esté en casa, se le pueda dar al bebé la leche que se haya sacado previamente. Se puede dar en biberón, en finger, en cucharilla, en vaso o con unas tetinas específicas. Pero, como a los seis meses ya se les puede dar una alimentación complementaria, se gestiona bien. Desde la ABAM hicimos una formación en las escoletes infantiles para que las educadoras supieran suministrar a los niños la leche de sus madres.
¿Por qué, en pleno siglo XXI, aún no se da a luz con la sanidad pública en Ciutadella?
—Porque, a nivel de gestión, no sería rentable. Piense que un parto se puede complicar en cualquier momento, y por el número de partos que hay en Ciutadella, el paritorio estaría infrautilizado. Además, hay que contar con un equipo de matronas y ginecólogos de guardia, auxiliares, celadores… No es solo disponer del espacio. Es también tener un laboratorio y un banco de sangre. Hay muchos servicios que cabe tener en cuenta, aunque muchas veces no se utilicen. Así que, si se empezara a dar a luz en Ciutadella, estaríamos en desigualdad de condiciones. En Ciutadella sí se puede parir, en el hospital de la Clínica Juaneda, pero hay que pagar.
En Ciutadella, durante décadas se reivindicó un hospital, pero nunca se ha dejado de tener más que un centro de salud, con visitas regulares de especialistas desplazados desde Maó. ¿Tiene sentido que se siga hablando de ello?
—¿Usted pediría un aeropuerto para Menorca? ¿Ya tenemos uno y nos es suficiente, no? ¿Quedamos tan lejos? Si ya contamos con un hospital bien equipado, pensar en construir otro sería tirar el dinero. La mal entendida rivalidad entre Maó y Ciutadella carece de todo sentido. Mis nietos han nacido en Sant Joan de Déu, en Barcelona, y para llegar al hospital desde su domicilio tardaron lo mismo que para ir de Ciutadella a Maó.
¿Cómo ha vivido las diferentes etapas en la atención primaria en Ciutadella?
—Empecé en 1991 en el antiguo ambulatorio de Sa Platja Gran y, al año siguiente, se puso en marcha el Canal Salat. Han sido 32 años allí, pero con una evolución progresiva. Ahora se ofrecen muchas prestaciones, aunque siempre hay cosas mejorables. El ciudadano acostumbra a quejarse de las demoras, pero en ocasiones tampoco es responsable. No asistir a una consulta es una estafa, ya que la pagamos entre todos.
Ahora está la expectativa del futuro centro de salud que se va a construir en la zona de Santa Rita y que cierra un debate de dos décadas sobre la ampliación del Canal Salat. ¿La decisión llega tarde?
—El edificio del Canal Salat se ha quedado pequeño. Hay servicios que ya no caben. En el mismo espacio físico donde antes había dos pediatras y dos enfermeras ahora han metido tres pediatras y tres enfermeras. Convirtieron un almacén en una consulta, el vestuario está en un sótano sin ventilación y las taquillas son mínimas. El edificio es obsoleto.
Ciutadella ha estado muchos años sin pediatras. ¿Se ha logrado enderezar la situación?
—Ahora, dos de los tres pediatras que cubren el servicio son titulados. El problema surge cuando se saca la plaza y nadie la pide. Aparte de la insularidad, hay otros motivos. Para alguien que ha estudiado pediatría, conformarse con estar en un centro de salud no es muy estimulante profesionalmente. Te creces más en lugares con más gente y donde se pone más a prueba tu capacidad.
¿Cómo le afectó la pandemia?
—Fue una etapa complicada. La gente dejó de trabajar pero, a nosotros, se nos acumuló más trabajo que nunca. Algunas visitas debía realizarlas por teléfono, lo que resulta más complejo. Además, nos teníamos que coordinar con los pediatras para ir a casa de las mujeres que habían dado a luz. Íbamos con los EPI puestos, los fonendoscopios, las balanzas, los aparatos para medir la presión... Estos desplazamientos requerían su tiempo. No dejamos de atender a nadie, pero el servicio no fue el mismo. De hecho, tuvimos que suspender todas las sesiones grupales de preparto y posparto.
Tras su jubilación, ¿piensa seguir implicada en cuestiones relativas a la maternidad?
—Ahora quiero viajar y hacer lo que me venga en gana. He viajado a la India, estaré una semana en Cataluña con mis nietos y otra en Mallorca. El próximo invierno ya veremos, pero sí, me gustaría involucrarme de nuevo. Agradezco enormemente a la gente con la que he trabajado y ha confiado en mí. Añoraré ver bebés y controlar embarazos, porque es un trabajo muy bonito y emocionante. Me ha aportado mucho.