Presidente de la Academia de Historia Eclesiástica de Valencia, catedrático de Historia de la Iglesia y sacerdote de la Orden Soberana de Malta, el presbítero Miguel Navarro Sorní (Xirivella, 1954), experto en la familia Borja, a los que dedicó su tesis doctoral, es el ponente de la formación de los sacerdotes y diáconos de Menorca en El Toro. Analizan la constitución pastoral «Gaudium et Spes», aprobada por el Concilio Vaticano II en 1965.
¿Cuál es el sentido y la vigencia, hoy, de la «Gaudium et Spes»?
— Tiene una vigencia actual mayor que cuando la aprobaron los padres conciliares para llevar a cabo esta Iglesia «en salida», evangelizadora y sinodal que nos pide el papa Francisco. Ante todo, que a la hora de evangelizar no partamos de ideas preconcebidas, sino que prestemos atención a los acontecimientos del mundo actual, sobre todo a las personas de hoy, a su idiosincrasia, a sus necesidades y a sus anhelos. A partir de ahí, dar respuestas desde el evangelio. Esto exige diálogo, escucha, estudio, atención, voluntad de caminar con todos los que se cruzan con nosotros y hablarles sin temor de Jesucristo.
¿Cómo aplicarla en este tiempo de laicismo e IA?
— Ante todo leyéndola, estudiándola para enriquecernos con sus enseñanzas y ponerlas en práctica. Después rezando, rezando mucho para adquirir esperanza y ojos de fe con los que mirar el mundo y descubrir en el muro de indiferencia hacia el cristianismo que nos rodea las rendijas por las que introducir el mensaje de Cristo y suscitar la fe. Y, sobre todo, con nuestro ejemplo personal. En fin, como dice el papa Francisco, convirtiéndonos nosotros mismos en signos de esperanza y de alegría, pues de ese modo haremos ver que la fe no quita nada al hombre ni a la sociedad, al contrario, los potencian y les hacen mucho bien.
¿Por qué hemos dejado de escuchar a Dios?
— Influyen muchos factores. El proceso de secularización desde la Ilustración, que pretende sustituir la fe por la razón; el progreso de la técnica y de la ciencia, que parecen arrinconar a Dios a una esfera irrelevante o reducirlo al interior de la conciencia. También por los acelerados ritmos de la vida actual y la búsqueda de la eficacia inmediata. Además, por el individualismo moral, o sea, la falta de un proyecto de vida al buscar lo inmediato, lo que satisface al instante, y no lo bueno, lo justo, lo verdadero, pues eso cuesta y se huye del esfuerzo.
¿Y la falta de silencio?
— Por supuesto. Tenemos demasiados ruidos, voces, distracciones que nos apartan de escuchar a Dios: televisión, internet, móviles, redes sociales... hacen que no tengamos tiempo para detenernos, pensar y reflexionar. Si queremos volver escuchar a Dios tenemos que recuperar el valor del silencio y dialogar con el Padre.
¿Ha hallado alguna relación entre los Borja y Menorca?
— La verdad es que no he encontrado mucho, solo pequeñas indicaciones. Por ejemplo, que en 1424 el gobernador de Menorca y un prohombre de esta isla, Joan Amorós, eran procuradores del vicecanciller real Alfonso de Borja, por asuntos que este tenía aquí al encargarse de la administración del obispado de Mallorca.
¿Y entre la historia eclesiástica de Valencia y Menorca?
— Pues sí, primero integrada en el obispado de Mallorca, y desde que fue reinstaurada como sede episcopal en 1798, Menorca ha formado parte de la provincia eclesiástica de Valencia. Y varios valencianos han sido obispos de Menorca, como Salvador Castellote y Pinazo, de 1896 a 1901; Juan Piris Frígola, de 2001 a 2008); Salvador Giménez Valls, de 2009 a 2015; y el alicantino Francisco Conesa, de 2016 a 2022.