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DANA en Valencia

Un menorquín en el hospital de Valencia: «No podemos dar el alta a los pacientes porque su casa ya no existe»

El técnico de emergencias Patricio Compte explica su día a día en la zona cero de la DANA

Vista de la calle de una de las localidades afectadas unos días después de las inundaciones.  | PATRICIO COMPTE VEGA

| Menorca |

De padre catalán y madre israelita, Patricio Compte (Santiago de Chile, 1970) es todo un trotamundos que parecía haberse establecido finalmente en Menorca. Pese a vivir felizmente en Ferreries con su pareja Celia Muñoz, trabajadora del geriátrico de la misma localidad, las circunstancias de la vida le obligaron a buscar empleo como técnico de emergencias fuera de la Isla ante la falta de oportunidades en ella.

Con su residencia todavía fijada en Ferreries, a donde vuelve los días fuera de su turno, Compte ha pasado por Burgos y Bilbao hasta llegar a Valencia. «Cada vez me acerco más a casa, donde quiero estar de forma permanente», afirma el chileno refiriéndose a Menorca.

Patricio Compte.

Inmerso desde el principio

El día que la DANA hizo estragos en Valencia, Compte volvía al Hospital La Fe con la ambulancia TNA de guardia después de dejar a un paciente en Alicante. «Normalmente me muevo por el monte, pero como había empezado a llover tanto le dije a mi mujer que regresaría por la costa. Justo cuando llegué al hospital ya había ocurrido el desastre. Nos alargaron los turnos para tratar de sacar urgencias», explica el técnico.

El Hospital La Fe es el centro sanitario de referencia para la región del sur de Valencia. Por lo tanto, gran parte de la plantilla —hasta un 40 por ciento— y de los pacientes son de municipios afectados como Benetússer, Paiporta, Chiva, Catarroja... «Tuvimos algunas discusiones con los médicos porque estaban dando altas a pacientes de la zona cero. Su casa ya no existe, la tienen sin luz, sin agua y no tienen cómo acceder», relata Compte sobre alguno de los momentos de tensión vividos.

Si en un turno normal suele atender 13 urgencias, durante la catástrofe ese número ascendió a 20. Como es obvio, no podía cubrirlas todas. «Hemos atendido a muchos pacientes con crisis de ansiedad y a gente con hipotermia, ya que muchos ancianos en geriátricos pasaron varios minutos con el agua hasta la cintura», confiesa el técnico de emergencias. Pese a que él no lo ha sufrido, el chileno reconoce que varios de sus compañeros también han padecido saqueos en sus ambulancias cuando se adentraban en las zonas afectadas. «Muchas veces teníamos que ir solos en condiciones de poca seguridad», afirma.

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