Días después de que trascendiera la detención de un médico del Hospital Mateu Orfila por grabar con su móvil a compañeras mientras se cambiaban en el vestuario, se conocen más detalles del suceso que ha conmocionado a la comunidad sanitaria y al personal del centro. «He sido yo, tengo un problema», fueron las palabras que pronunció J.C.L.E. cuando constató que sería descubierto.
Los agentes de la Policía Nacional habían advertido que no saldría nadie del complejo hospitalario hasta hallar al propietario de aquel teléfono que dos enfermeras –y no solo una–, habían advertido aquel día sobre la taquilla de la habitación en la que se desvestían y cambiaban para ejercer su trabajo. Eso, y que podía haber quedado registrada su actuación en las cámaras de seguridad, empujó rápidamente al médico a admitir lo que había hecho.
Tras su detención, el médico pasó tres días en el calabozo hasta ser puesto a disposición judicial. El juez le dejó en libertad con cargos al carecer de antecedentes penales y actualmente está apartado del servicio a la espera de juicio, acusado de un presunto delito contra la intimidad y el honor. Podría enfrentarse a una pena de hasta seis años de inhabilitación para trabajar en la sanidad pública. Las pesquisas policiales continúan para determinar desde cuándo se realizaron estas grabaciones ilícitas, ya que podrían remontarse a 2016, y su destino, si eran para consumo propio o si se divulgaron.
La situación vivida en el hospital, con la detención de este médico especialista, todavía tiene consternado al personal, si bien el asunto se trata con la máxima discreción. Nadie parecía sospechar que el médico pudiera estar llevando a cabo una actividad así. Según ha podido saber este diario, el jefe del servicio de la UCI, Ramón Fernández-Cid, ha contactado con el personal del departamento para tranquilizar los ánimos e informar de que el caso está ya en manos de los investigadores y de la justicia.