La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo ha ratificado la condena a doce años de cárcel a un hombre que abusó de su nieta desde que tenía unos 5 años de edad hasta que ya cuando contaba 13 años el abuelo fue descubierto y la menor contó lo sucedido a su madre. Los hechos comenzaron durante un periodo de tiempo en Menorca y después continuaron en Córdoba, donde finalmente se presentó la denuncia y la Audiencia Provincial, el 9 de enero de 2018, dictó sentencia de culpabilidad por un delito de abuso sexual continuado agravado por la relación de parentesco.
El fallo actual del Tribunal Supremo viene motivado por la desestimación del recurso de casación que presentó el acusado y la confirmación de la pena de doce años más una indemnización de 20.000 euros más intereses y la prohibición de comunicarse con su nieta o acercarse a ella a una distancia inferior a los 500 metros durante trece años.
El condenado es abuelo materno de la víctima, nacida en 1998. La niña vivía junto a su hermano, tres años mayor, con la madre de ambos y la pareja de ésta, que no es padre de los menores. Cuando sucedieron los hechos, en una primera época en Menorca, la menor pernoctó en ocasiones en la misma vivienda que el condenado ya que estaba a cargo de sus abuelos. El abuelo aprovechaba que su hija y su pareja trabajaban de noche para introducirse en el dormitorio de su nieta e ir a su cama; tal y como relata la sentencia, con la excusa de que le iba a realizar masajes, le quitaba el pijama y las braguitas, le realizaba tocamientos y le introducía los dedos en los genitales. Estos hecho se repitieron hasta que la pequeña se trasladó con su familia a otra localidad en Córdoba.
Pero tampoco así acabó la pesadilla vivida por la niña, ya que por motivos económicos sus abuelos se trasladaron a vivir a la misma casa en Córdoba, y de nuevo quedó al cuidado de los mismos mientras su madre trabajaba, repitiéndose los abusos. No fue hasta junio de 2011 cuando, tras otro episodio de abusos por parte de su abuelo, la niña se lo contó todo a su madre, que la había encontrado llorando sobre la cama. La madre y su pareja echaron esa misma noche de casa al abuelo y más tarde lo llevaron al aeropuerto de Granada donde tomó un vuelo de regreso a Menorca. La menor, durante los años en el que condenado le estuvo realizando tocamientos y abusando de ella, nunca se había atrevido a contárselo a su madre, por miedo a que el abuelo, que había demostrado con otros familiares ser violento, pudiera agredirles.