Josefa González Gil (Paterna, 1912) tiene 104 años. Y no solo eso, sino que su valentía y ganas de vivir la vida han hecho que viajara a Menorca este verano para pasar unos días de vacaciones junto al mar. Un ejemplo de vitalidad. La voz la pone su sobrina, Inma González Puy, pero el corazón y experiencia, ella, su tía.
Vivencia personal
Llegaron el día 30 de julio por la noche y se fueron el día 3 por la tarde. Un descanso breve pero intenso. La relación que tiene con Menorca viene a través de su sobrina. Compró hace algunos años una casa en la Isla tras descubrir este paraíso y hace dos años fue la primera vez que Josefa González Gil se atrevió a coger un avión para visitarles. «Se trata de una relación reciente porque su marido, que también era muy viajero, había recorrido las Islas -estuvieron en Palma de Mallorca y Eivissa- pero no habían llegado hasta Menorca», explica Inma, «una asignatura pendiente, y la descubrió hace apenas dos años». 'Pepa' no estuvo sola, su perro la acompañó en esta nueva aventura.
Durante el 2015, Josefina estuvo de vacaciones por la costa de Barcelona pero este año, gozando de buena salud, se animó para ir a la Isla a pasar cuatro días. Fueron a visitar la Fortaleza de La Mola, Binibeca (el pueblo de pescadores), estuvieron también cenando en el puerto de Maó... «Lo único que le faltó a mi tía por probar fue la pomada», bromea su sobrina, «pero aun así bebimos vino blanco de la tierra que le sentó muy bien». Además, comió cap-roig, un pescado que le encantó.
La playa de Binisafúller fue otro de los lugares que visitaron, donde se dispone de una rampa para coches. Desde allí, ella caminó hasta la playa. Probó el agua salada tan característica de las playas de Menorca «porque para la circulación le viene muy bien», sigue contando Inma. Josefa está encantada de haber visitado Menorca, que describe como una «isla preciosa». Además, «todos los servicios de Menorca son un diez, tuvimos un tratamiento VIP». En el aeropuerto les facilitaron mucho el viaje con el perro y con la silla de ruedas, en los restaurante del puerto de Maó también, donde les dejaron entrar con la mascota, un hecho que agradecen.
A la pregunta de si repetirían, Josefa contestó con un «¡Ya lo creo!», sin pensárselo, y añadió que «ya estoy esperando a que el verano próximo llegue para volver a ir, y como nos descuidemos estamos ahí en Navidad».«Mi tía es un portento de la naturaleza y muy valiente, cuando tenía 96 años se vino sola a China, mi lugar de residencia, haciendo escala en París y sin saber ningún idioma». Su marido, natural de China, es un enamorado de la Isla. Y ellas también.