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Desde Rusia hasta ‘la meca de los caballos’: el gran viaje de Katerina Pu

La fotógrafa Katerina Pustoshnaia narra cómo ha conseguido establecerse en Menorca viviendo de sus dos pasiones, la fotografía y los caballos

Katerina acaricia a un caballo con su cámara colgando. | Manolo Barro

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Durante una de sus vacaciones, Katerina Pustoshnaia (San Petersburgo, 1977) se quedó prendada de Menorca por la «energía» que transmite y «su gente». Poco después, una vez ya afincada, descubrió que su pasión desde pequeña, los caballos, estaba profundamente ligada a la Isla y sus costumbres.

Las fotografías de Katerina —firmadas como Katerina Pu— cubren cada día las páginas de este diario, tanto en su edición en papel como en su versión digital. Sin embargo, está especializada en la fotografía deportiva y, fundamentalmente, en los caballos, colaborando de forma activa con la Associació de Criadors i Propietaris de Cavalls de Raça Menorquina y el Club Hípic Alaior. Su cariño hacia estos animales se remonta a su niñez, cuando le decía a sus padres con insistencia que quería tener uno.

Ante la imposibilidad de disponer de un equino en propiedad, la joven Katerina tenía claro que debía emplearse a fondo e iniciar una carrera como jinete para poder disfrutar de uno. De ahí que empezase a entrenarse en la escuela olímpica de hípica de San Petersburgo, practicando la disciplina de doma clásica a lo largo de siete años. Esa pasión la combinaba con la otra que le inculcó su padre: la fotografía. Mientras que su madre ejercía como pintora, su padre trabajaba como ingeniero naval. No obstante, compartía afición con su hija.

«Recuerdo que siempre hacíamos fotografías analógicas. Hacíamos ‘magia’ sentándonos en un baño sin luz, todo de color rojo. Me gustaba mucho, de ahí que en todas mis fotos salga con una cámara en la mano», rememora sobre el origen de su pasión y aquellos días en los que se adentraba en el laboratorio analógico improvisado de su padre.

Fotos: Katerina Pu

Una nueva vida

Licenciada en Gestión Comercial y Marketing, Katerina llegó a la Isla hace 13 años. Tardaría un tiempo en establecerse por completo en ella, ya que combinaba su estancia en Menorca durante seis meses gestionando algunas actividades con su residencia en Ghana la otra mitad del año. En el país africano llegó a participar en la creación de un gran proyecto comercial.

La fotógrafa acabaría fijando su residencia de manera definitiva en Menorca en 2017, momento en el que empieza a organizar rutas y excursionas con Menorca a Cavall. La pandemia de covid la obligó a reinventarse y decidió apostar más fuerte que nunca por combinar las que siempre habían sido sus dos pasiones: la fotografía y los caballos. Le empezaron a salir trabajos como freelance al mismo tiempo que se incorporaba a este diario. Esto le permitó adentrarse por completo en el mundo del caballo menorquín.

«Mi primera toma de contacto con el caballo menorquín la había vivido en la playa de Binigaus durante mis vacaciones. Estaba tumbada en la arena y de repente aparecieron dos caballos sementales menorquines delante de mí. Me quedé asombrada porque era algo tan bonito... Menorca es la meca de los caballos», explica totalmente convencida de lo que dice.

Gracias a sus mencionadas colaboraciones con la Associació de Criadors i Propietaris de Cavalls de Raça Menorquina y el Club Hípic Alaior, ya sea a través de los concursos morfológicos, eventos deportivos, anuarios, o el nuevo calendario con fotografías de caballos que acaba de publicar la asociación, Katerina ha podido conocer de primera mano la relación que existe entre los equinos y la población insular.

«Para la mayoría de los dueños, el caballo es parte de su vida y su familia», asegura la rusa, elevando la relación por encima de la que existe entre perro y humano. «Los caballos son como niños. La alegría invide a los dueños al celebrar el nacimiento de los potros. Es un estilo de vida propio del campo de Menorca», comenta.

Sus dos hijos han optado por seguir caminos distintos, pero ligados al de su madre. Mientras que el mayor de quince años lleva diez montando a caballo, su hija se ha decantado por el lado más artístico: la gimnasia y la pintura, como su abuela. El sueño de Katerina es seguir el legado de su padre, quien estaba asociado a una entidad relacionada con el cambio climático, y emprender un proyecto ecológico en un futuro próximo.

El apunte

Galardonada en la octava edición de los prestigiosos premios ‘35Awards’

Una fotografía de Katerina, «White swan in fiesta» (Cisne blanco en fiesta), entró en el catálogo de mejores fotos del año 2023 del certamen internacional ‘35Awards’, al cual se presentan cada año más de 100.000 participantes de 174 países distintos. Este momento, inmortalizado durante una de las fiestas patronales que se celebran en la Isla, permitió a la fotógrafa rusa colarse entre los 70 mejores fotógrafos de reportaje y entre los 70 mejores fotógrafos a nivel general de España de la pasada edición. Además, esta imagen en blanco y negro, en la que el caballo blanco resalta por encima de las manos de las personas, fue elegida como una de las mejores 35 fotos de fotografía de reportaje, alcanzando la tercera fase de la selección. Y eso que más de 9.000 instantáneas habían presentado su candidatura en este apartado. Es decir, todo un éxito para la fotógrafa de ‘Es Diari’.

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