El próximo año 2015, James Salter (Nueva York, 1925) cumplirá noventa años y parece que a medida que su edad aumenta, crece en paralelo su sabiduría narrativa. Al menos está es mi conclusión tras leer "Todo lo que hay", escrita en 2013, treinta años después de la publicación de su anterior novela.
El principal personaje es Philip Bowman a quien seguimos los pasos desde que le conocemos participando en la batalla naval de Okinawa durante la segunda guerra mundial. Desde el inicio vemos al protagonista como un reflejo distante del autor que fue piloto de aviones en la guerra de Corea y contó su experiencia en "Pilotos de caza 1956).
A su regreso a casa, Bowman estudia en la Universidad de Harvard y consigue empleo en una editorial de Nueva York, pequeña pero prestigiosa. Sus relaciones sentimentales y su profesión serán el centro de Todo lo que hay que logra encerrar en sus 379 la peripecia vital de su protagonista y su búsqueda de un lugar en el mundo. La novela sigue también los pasos de otros personajes secundarios que se cruzan con Bowman, siendo estas frecuentes bifurcaciones uno de los aspectos más desconcertantes y a la vez atractivos de la novela. A veces da la impresión de que Salter se va por las ramas pero siempre vuelve a encontrar el camino principal.
La magnífica traducción de Eduardo Jordá ayuda a dar valor a este libro que parece encerrar no solo toda la intimidad de su personaje sino la maestría narrativa de un gran escritor.
Todo lo que hay
James Salter
Salamandra