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Emigrando para mejorar

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Mi nombre es Orlando Ocoró López, soy nacido en Jamundí, Valle del Cauca, Colombia, nacionalizado español, tengo 54 años de edad, desde hace 15 vivo en Menorca, isla a la que llegué en el año 2002 en busca de nuevas oportunidades, venía acompañado de mi único hijo David Orlando Ocoró Gallego, quien falleció hace 9 años a causa de la leucemia.

En mi país termine el bachillerato e inicié estudios universitarios de derecho, no terminados, por falta de recursos económicos, cuando llegué a Menorca trabajé en el sector de la construcción que era el único que recibía personal sin la documentación en regla como era mi caso, fui peón de albañil, ayudante de yesero y de pladur, posteriormente instalador de ese mismo material.

Desempeñando esos trabajos y por un contrato de trabajo y acreditación del tiempo de residencia exigido, pude obtener mi permiso de trabajo y residencia legal hacia finales del 2005; ya con la documentación en orden empecé a buscar nuevos frentes de trabajo, llegando a desempeñarme como persona de mantenimiento y labores de vigilancia en la Fortaleza de la Mola, por un espacio de unos 10 meses, luego pasé a trabajar como repartidor y expendedor en una estación de gasolina, por unos tres años; después como conductor de ambulancias del servicio programado; una vez superada esta etapa y al quedarme en paro por el inicio de la crisis, obtuve el Certificado de Profesionalidad de Atención Sociosanitaria a Personas Dependientes en Instituciones Sociales, con el cual pude conseguir trabajo temporal, haciendo sustituciones como cuidador en el geriátrico, posteriormente obtuve el Certificado de Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería en el Instituto Cap de Llevant a la par que el Certificado de Profesionalidad de Actividades Administrativas en la Relación con el Cliente, actualmente y gracias a haber obtenido el título de Auxiliar de Enfermería me desempeño como Monitor de la Fundación Carlos Mir, que se dedica a la atención a Personas con Discapacidad, Entidad en la cual llevo ya dos años trabajando, estando allí, me enteré que una compañera hacía labores de voluntariado en la Isla del Rey y como quiera que me motivaba hacer este tipo de labores, le pedí que me hiciera el favor de hacerme el contacto necesario para ello; me presentó al General Luis Alejandre, quien es una de las cabezas visible de la misma, y quién me recomendó que fuera a hacer la visita a dicho sitio y exponer mi deseo de ser voluntario.

Una semana después de esa conversación me dirigí hacia la isla a efectuar la mencionada visita y allí pude comprobar in situ la excelente recuperación que están llevando a cabo los integrantes de la Fundación Hospital de la Isla del Rey, de todo el antiguo recinto hospitalario, pude comprobar por la visión de fotografías, del estado del recinto antes de la intervención de los voluntarios, y del estado que presentaba después de su recuperación, gracias a la labor del voluntariado; como quiera que aún falta mucho por hacer, me decidí a formar parte de aquel grupo de amigos que se dedican cada domingo del año, sin importar las condiciones climáticas, a aportar su granito de arena para que, tanto la Isla en sí como, su emblemático hospital recuperen su antiguo esplendor, luego convencí a mi esposa Mercedes, enfermera de profesión, para que también formara parte de dicho voluntariado y así cada domingo que podemos nos dedicamos a aunar esfuerzos para conseguir que tan meritoria labor salga adelante.

Nuestras labores han consistido en la reposición de baldosas deterioradas, por otras en mejores condiciones tratando de conservar la uniformidad de los suelos, como de ayuda en la recuperación del muelle de las monjas, adecuación de salas de visita y actualmente estamos trabajando en la recuperación del camino hacia el antiguo depósito de cadáveres de dicho hospital.

En mis ratos de ocio juego al billar a tres bandas en el Centro Cultural de Alaior del cual soy socio, o me dedico a dibujar un parchís como pasatiempo, hace poco elaboré uno en una tabla de madera de 50x50, el cual decoré con fotos de la Isla del Rey, lo hice enmarcar y lo doné a la Fundación con el ánimo de que, bien por venta o por rifa, sirviese para recaudar fondos destinados a la Fundación.

Las pinceladas de mi vida en este escrito tienen como único fin, el de animar a todo aquel que lo lea, a motivarse y formar parte de nuestra Fundación, para así lograr que se mantenga activa; si por alguna razón no puede hacerlo, su contribución económica a la misma servirá para llevar a cabo las restauraciones necesarias en el Hospital de la Isla del Rey y sus instalaciones anexas. Un abrazo, buena semana y no olvide que en sus manos está el futuro de nuestra hermosa Isla del Rey dentro de la paradisíaca Isla de Menorca.

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