En la escena final de la película «El loco del pelo rojo» vemos a Kirk Douglas caracterizado como Van Gogh pintando enloquecido su «Trigal con cuervos», agobiado por su impotencia y entonces saca una pistola y suena un disparo. Pero la historia real no fue así. Ni el trigal con cuervos fue su último cuadro, ni Vincent tenía un revolver, ni estaba loco de atar, ni se suicidó.
Es solo una película de 1956, basada en una biografía novelada de Irving Stone, «Anhelo de vivir» escrita en 1934, cuarenta y cuatro años después de la muerte de Van Gogh. Pero esta versión de lo que ocurrió fue aceptada sin cuestionarla por los expertos y el público en general. La Historia del Arte está llena de errores. A veces son imprecisiones por ignorancia de la realidad de los hechos, pero en otras ocasiones es porque se ha creado un relato interesado. Se crean mitos que, luego, cuesta mucho echar para atrás. ¿A quién le interesa la realidad cuando la mentira es mucho más atractiva?
Si la muerte de Van Gogh fuera un caso policiaco lo correcto, como vemos en las series, sería descubrir las pistas para dilucidar si fue un suicidio o un homicidio. Veamos.
El móvil: ¿por qué suicidarse? La explicación oficial es por su locura, por el episodio de cortarse el lóbulo de la oreja y su internamiento en un manicomio. Pero el hospital de Saint Remy donde ingresó un año antes era más bien un balneario. No había camisas de fuerza, ni daban tratamientos con electroshock. Sino un tratamiento basado en la «bondad y benevolencia», tenían billar, gimnasio, biblioteca, talleres…, él una habitación supletoria para pintar y podía salir cuando quisiera. Allí pinto «La noche estrellada» y muchas de sus mejores obras. Era raro, pasional, con depresiones y un poco visionario e incomprendido por su expresión del color. Vincent no estaba loco y había escrito: «Suicidarse es algo siniestro, un crimen contra la belleza de la vida, la nobleza del arte y el ejemplo de Cristo».
Estaba en un momento creativo imponente. Dos días antes Van Gogh había comprado un montón de pinturas. Nadie hace una previsión así y luego se mata…
La escena del crimen. Descartado el escenario en el trigal, porque no fue su último cuadro. Se sabe que posteriormente pintó la iglesia de Auvers-Sur-Oise y un cuadro llamado «Raíces de árbol». Ese sí fue el último. Porque está claramente inacabado, cosa que él nunca hacía, y porque su cuñado, Andries Bonger, pasó a verle el día anterior al disparo y dejó escrito en una carta que Vincent «estaba pintando un sotobosque lleno de luz y de color».
En 2020 se descubrió, por una postal del 1905, que esas raíces pintadas se encontraban junto a la carretera de Daubigny, a 152 metros del albergue Ravoux, donde se alojaba y murió.
El disparo: El parte médico dice que recibió un disparo en el estómago y que la bala se alojó cerca de la columna. También dice que el disparo se produjo desde una distancia superior al alcance de sus brazos. ¿Cómo podría hacerlo? ¿Y quién se suicida pegándose un tiro en el estómago? Las estadísticas dicen que en un 98% lo hacen disparándose en la cabeza. Luego sufrió un segundo disparo en el pecho, pero que no tocó ningún órgano vital. ¿Para rematarse y luego ir caminando a la posada?
El arma del crimen: Vincent no tenía ninguna pistola. Un arma que tampoco apareció. ¿Qué suicida hace desaparecer el arma?
¿Suicidio o asesinato? Si no fue un suicidio nos enfrentamos a dos preguntas ¿quién le disparó? Y ¿por qué él no lo denunció?
Nueva versión: En 2014 los periodistas de investigación Steven Naifeh y Gregory White Smith escribieron una biografía de mil páginas, «Van Gogh. La vida» (2012), con fidelidad periodística y abundante documentación probatoria de los sucesos alrededor de su muerte. Los datos revelados hablan de un homicidio involuntario. La historia nos habla de un chico, René Secrètar, de una familia bien del pueblo, un joven gamberro que se paseaba con pistola y le llamaban Bufalo Bill. Este René y su hermano Gaston gastaban bromas a Van Gogh, que era considerado como un marginado que pintaba cosas raras; una vez le metieron una serpiente en la caja de pinturas y otra vez le pusieron guindilla en los pinceles, sabiendo que Vincent los chupaba antes de empezar a pintar. El disparo debió ser un accidente fortuito que él no quiso denunciar, pensando seguramente que no moriría de aquella (y los vecinos del pueblo tampoco, al fin y al cabo, era un forastero desconocido…).
A pesar de todos estos datos descubiertos, todavía se afirma que fue un suicidio.
Pero todavía hay un dato más que quería exponeros: en el mes de enero de 1890 su hermano Theo, con el que había mantenido una correspondencia de más de 650 cartas y que siempre le había ayudado y mantenido, tuvo un hijo. Y le pusieron de nombre Vincent, en su honor, lo que le llenó de alegría. En febrero pintó un cuadro maravilloso, «Almendro en flor» y se lo regaló. El cuadro, de inspiración japonesa y realizado con una delicadeza inusual es un canto a la nueva vida, luminosa y esperanzada. La de su sobrino y la suya propia. Entonces pintó 79 cuadros en 69 días, muchos son auténticas obras maestras hasta su desafortunada muerte.
Theo moriría unos meses después, dejando a Johanna viuda, con un bebé, 900 obras de su cuñado y miles de dibujos. Ella fue la que le promocionó y le dio a conocer al mundo. Pero nunca quiso desprenderse de este «Almendro en flor».
Para mí siempre estuvo claro que nadie que hubiese pintado ese cuadro, que es un canto a la vida, podía suicidarse cuatro meses más tarde. Mirad sus cuadros, la pintura no miente: Van Gogh amaba la vida.