Querido tío: yo nací cuando tu ya estabas muerto, pero mi padre, tu hermano mayor, siempre me hablaba de ti. Cuando desde niña me gustó tanto leer y escribir, el solía decirme: «Te pareces a tu tío Juan, él siempre estaba con un papel o un libro en la mano, y … escribía muy bien». Hasta que un día, cuando ya fui mayor, me dejó leer las pocas cartas que guardaba de ti. Había una preciosa en la que describías las maravillas de la campiña francesa, y le hablabas a mi padre de lo cuidados que estaban los campos. No es raro que te fijaras en eso, habiendo nacido en el campo como nacisteis. Me emocionó mucho leerla, después leí tu última carta, muy distinta. Era más bien una despedida, porque intuías que de Mauthausen no saldrías con vida, como así fue. El lirismo con el que describías los campos franceses me demostró que tu calidad literaria era muy superior a la mía.
Cuando el historiador Josep Portella me contactó para escribir su precioso libro que habla de todos vosotros, los héroes menorquines que tuvisteis que escapar a Francia, por el simple delito de ser republicanos, me encantó poder contarle lo poco que sabía de ti. Tan solo mi hermano mayor, Santiago, te conoció y te recordaba. Me contó que conoció a tu novia, a la que tuviste que dejar, con la idea de salvar tu vida y poder reunirte con ella algún día.
¿Sabes? A través del libro de Portella pude conocer parte de tus escritos en los diarios de la época; en ellos hablas de justicia social, de libertad, de solidaridad, de esfuerzo, de la necesidad de que el pueblo sepa leer y escribir. ¡En fin! Una vez más me demostraste que tu cultura y humanidad estaba muy por encima de la mía. Te hiciste a ti mismo, porque tus padres pocos estudios te pudieron pagar, con lo que más valor tienes para mí. Me siento orgullosa de llevar tu sangre, admiro tu valentía y tus principios.
Hoy, por fin, se han unido los ayuntamientos de la Isla donde naciste, con el Consell insular, para haceros un precioso homenaje a todos los que acabasteis en los campos nazis. Y hasta a los descendientes nos dieron un papel conmemorativo con vuestro nombre. Yo tuve el honor de recoger el tuyo, lo guardaré entre mis recuerdos más queridos, y ya he procurado que mis hijos y nietos conozcan tu historia.
Amado tío, ya puedes descansar tranquilo que hoy se os ha hecho justicia, ya formáis parte de la memoria histórica de vuestra descendencia. Donde quieras que estés, ¡brindo por ti!