«Si hubiera más personas que sintieran mi profundo desprecio por las fronteras, no habría más guerras ni bloqueos. No existe nada más odioso que las fronteras, nada más estúpido». Herman Hesse
¡Cuántas líneas de diversos colores trazadas sobre un papel!, para delimitar unas fronteras invisibles e inexistentes a la vista de un ave, para separar y dividir a los pueblos, las ciudades, países, naciones y continentes, separando, dividiendo la tierra y a sus habitantes entre grupos.
¿Cuántas fronteras hemos creado nosotros mismos hacia los demás, líneas inventadas e irreales a su vez: de creencias y de fe, ideas políticas, de raza e idiomas, de colores de piel y de nacionalidades?
¿Cuántas barreras hemos levantado y creado con nuestras formas de ser, en nuestras ideas y mentes, muros opacos que no nos dejan ver la luz en el otro lado, en una amalgama de intransigencias, incomprensiones, intolerancias y fanatismos?
De vez en cuando nos lamentamos al ser conscientes de este sinsentido, pero, aun así, seguimos manteniendo y creando más líneas, más fronteras.
Tal vez sea este el momento de ver, y de tener la capacidad de mirar más allá de nosotros mismos para hacer caer esos muros que nos separan, no los de los demás, sino los nuestros, los propios.