Balears se enfrenta al envejecimiento de su población por el aumento de la esperanza de vida, las innovaciones médicas y tecnológicas y una mejor calidad de vida. Lo que es una excelente noticia también plantea retos que es necesario abordar de forma multidisciplinar al afectar a toda la sociedad. La llegada de población migrante favorece que las Islas no envejezcan a la misma velocidad que otras autonomías españolas. La soledad no deseada es una de las consecuencias del invierno demográfico y los expertos pronostican que, en 2037, veinticinco mil habitantes del Archipiélago sufrirán problemas de falta de compañía, la mayor parte mujeres, más longevas que los varones.
Tradicionalmente, las sociedades se organizaban para evitar estas situaciones, a pesar de que no se alcanzaban edades tan avanzadas como hoy. Las familias eran extensas, la solidaridad entre vecinos era ley y el respeto a los ancianos era reverencial. Pero en la actualidad nos alejamos a pasos agigantados de esos códigos de conducta. Las actividades organizadas por las instituciones para los mayores son importantes focos de socialización, aunque insuficientes, pues la creciente tasa de dependencia, con las enfermedades degenerativas y la discapacidad, favorecidas por el envejecimiento son un elemento crucial que es preciso abordar sin escatimar inversiones públicas.