Santi Oliver y Lluís de Moner Mayans son los dos menorquines que han formado parte de la flotilla de la libertad para llevar suministros y medicamentos a Gaza. A estas horas siguen detenidos por Israel, a la espera de ser deportados a España. Su participación en esta misión humanitaria responde a sus valores éticos, a la intención de no permanecer impasibles ante el asesinato de miles de personas en la franja y al uso del hambre como arma de guerra. Sin ningún afán de protagonismo, han demostrado una gran valentía, ante la incertidumbre del desenlace, del que faltan por escribir algunos capítulos.
Frente a las críticas que han recibido las 500 personas embarcadas en esta misión, la mofa de que han sido objeto, hay que dar valor a la solidaridad que han demostrado con un pueblo que sufre. Es injusto que se les atribuya el apoyo a Hamás, un grupo terrorista responsable de los asesinatos y secuestros del 7 de octubre. Es cierto que no han conseguido desembarcar la mercancía que llevaban a bordo, pero la misión ha tenido éxito porque ha servido para sensibilizar y movilizar a la sociedad para exigir soluciones que permitan llegar a una paz justa.