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La corrupción política en Balears

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Cuesta entender cómo la corrupción política ha podido calar tan hondo y llegar en Balears a niveles tan vergonzosamente plurales. Unió Mallorquina, PP y PSOE, unos ya condenados, otros son, por el momento, imputados, por consiguiente, presuntos. ¿Cómo se puede aceptar que durante años pueda haber políticos que se hayan estado enriqueciendo a fuerza de prevaricar, malversación de fondos públicos, falsedad en documentos y otro tipo de fraudes que adornan el currículo de esos políticos, siempre en el sentido de enriquecerse? ¿Cómo es posible que no exista quien vigile y detecte puntualmente lo que la sociedad detecta en el funcionamiento de los cargos públicos emanados de las urnas?

Cuándo será la hora en que hagamos un dogma de fe de aquellas sabias y lapidarias palabras del político del PSOE vasco, Ramón Rubial, que decía: "hay que elegir al mejor y vigilarlo como si fuera el peor", refiriéndose a todo político que va a ocupar un cargo público.

Qué triste resulta ver con qué eufemismos nombran los políticos a los políticos corruptos; qué impresentables son esas votaciones para no investigar presuntas corruptelas; qué tufo irrespirable tener que tragar con ver cómo se utilizan las mayorías parlamentarias para impedir que un presunto corrupto acuda a donde debería de acudir de grado o a la fuerza para dar cuenta de sus trapicheos. Es lógico que ante tanta indolencia pasiva, al votante no le quede más remedio ni más conclusión, que tener que exclamar, ¡vaya pandilla de chorizos! Cuando se dice eso, cuando se pluraliza, es porque se ha llegado a una situación preocupante, pero muy gráfica, de donde están llevando los políticos a la política actual. Fíjense que ahora, con los últimos escándalos de corrupción, en ese moladar infecto a la que ha llegado la política en Balears, se le ha puesto un nombre que le va como anillo al dedo, "operació voltor", que no es otra cosa que decir operación buitre, Y la verdad sea dicha, comparar a los políticos corruptos con los buitres, pues sí que define muy bien para el personal el tipo de individuos que se han metido en la política. Pero tiene un inconveniente, y a mi modo de ver no es un inconveniente menor, porque comparar a los políticos corruptos con los buitres, puede llevar a que los buitres se ofendan, ya que en puridad, los buitres son aves prospectoras que cumplen como necrófagos carroñeros, con la profilaxis de limpiar de cadáveres los campos, evitando de esta suerte la propagación de epidemias. Nada que ver, pues, con la corrupción política. De manera que ni siquiera a los buitres se les puede comparar. Los políticos corruptos, dejémonos de eufemismos, son simple y llanamente delincuentes, y de la más baja condición porque no sólo delinquen, lo hacen aprovechando los cargos públicos que entre todos les pagamos. Pero es que además dañan gravemente a los políticos honrados, y por ende al noble oficio de la política.

Deberían ser los propios políticos quienes, por higiene democrática, y salvaguarda de la dignidad y honra de su oficio, endurecieran las leyes, eliminando de raíz toda sombra que lleve a la sospecha de la connivencia que les pueda vincular con corrupciones y con corruptos.

Ganar crédito político a fuerza de gestionar bien el cargo que se ocupa, es un trabajo paciente, basado en tomar las decisiones que la sociedad y la situación demandan. Y aún con eso no basta, pues aunque parezca mentira, los gestos en política cuentan, son importantes y a veces decisorios. Si uno va de prepotente, inmediatamente se generará entorno a la persona, y por ende a su partido, la antipatía colectiva. Más de uno que no es menester nombrar, ha sido víctima de esa extraña y demoledora patología.

Pero lo que más distanciamiento acarrea hacia los políticos hoy por hoy, es la corrupción, las prebendas y los privilegios, que están empezando a asentar entre los votantes el injusto resentimiento de que todos los políticos son iguales, lo que además de no ser verdad, es profundamente injusto. Por eso la política necesita con urgencia de unas leyes lo suficientemente severas para que el castigo al corrupto sea ejemplarizante, pero sobre todo eficaz para erradicar esta metástasis de tanto político delincuente.

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