El Consell ha cumplido con eficacia la última fase de un largo proceso, encallado durante demasiados años por la inoperancia de las administraciones. La institución insular ha asumido por primera vez la adjudicación de una obra pública de este calibre, lo que representa una complejidad técnica importante. Entre otras cosas se han descartado tres ofertas por bajas temerarias y se ha desestimado una reclamación. Algunos aspectos merecen ser destacados en positivo. El presupuesto, con una rebaja importante sobre el coste inicial de las bases del concurso, no podrá incrementarse, eliminando en este caso la posibilidad, habitual en muchas obras, de hacer crecer el gasto público con ampliaciones y modificados. La participación considerable de empresas menorquinas es otra cuestión positiva, que reafirma la incidencia que la ejecución del proyecto tendrá en el sector que más está padeciendo los efectos de la crisis. Ahora le toca al Consell llevar a cabo un buen seguimiento de los trabajos, para evitar que tengan un impacto negativo en la temporada turística y que se cumplan los plazos, de tal forma que después del verano de 2011, la variante de Ferreries pase definitivamente a ser un tema de hemeroteca.
La variante de Ferreries y la gestión del Consell