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Desde Roma, reivindicando el compromiso de los sacerdotes

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Todos los días los lectores de periódicos, el "Menorca" no es una excepción, comprueban un doble ámbito de contenidos en su interior. Las noticias propiamente dichas que nos informan de un modo más o menos aséptico de los acontecimientos que nos afectan o nos interesan. Y los comentarios u opiniones sobre distintos aspectos de la vida cotidiana, con firma propia, con la supuesta intención de conformar opinión o acercar a los demás un reconocimiento, una gratitud o una queja siempre con la perspectiva de su autor, aceptando su responsabilidad y quedando sujeta a otras críticas u opiniones diversas y adversas.

El segundo caso sería el contenido del presente comentario. Con firma y expuesto a otro tipo de consideraciones. Extraído de una experiencia personal vivida durante los últimos días en la plaza de San Pedro del Vaticano y que ha sido objeto, como noticia en todos los periódicos del mundo. En el nuestro quedaba reflejado muy acertadamente en sus páginas de ayer, sábado. Agradezco el interés por trasladar a todos los lectores este importante acontecimiento. Reconozco que otras noticias de carácter político han podido empañar la que, para quien suscribe, ha sido la más relevante.

El acontecimiento era la reunión de más de quinientos obispos y más de quince mil sacerdotes con el Papa Benedicto XVI para clausurar el Año Sacerdotal que, con motivo del 150 aniversario de la muerte del Cura de Ars había convocado. Además de un Congreso sobre la vida y el ministerio del sacerdote, con auténticos expertos en el tema y clarividentes ponencias sobre la materia, que se celebró en la iglesia de San Juan de Letrán, hubo dos actos masivos en la plaza de San Pedro.

Todo tenía como objetivo manifestar al mundo entero la vida entregada de millones de sacerdotes al pueblo de Dios y a la sociedad en general, acentuando la importancia del sacerdocio, reconociendo su valiosa dedicación y agradeciendo públicamente su dedicación.

El primero de los actos, durante la tarde-noche del jueves, consistió en una exposición de experiencias sobre la vida y el ministerio con conexiones directas con Ars, Buenos Aires, Jerusalén, Hollywood, en una serie de testimonios en directo acerca del sacerdocio (religiosa contemplativa, familia alemana completa con varios hijos dedicados al ministerio, un seminarista) y en la respuesta reposada y llena de contenido del Papa a las preguntas de cinco sacerdotes sobre un aspecto concreto de la vida sacerdotal (oración, celibato, evangelización, pastoral vocacional, prioridades en la propia vida) que representaban a todos los continentes y, por último, la adoración al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

El segundo acto fue la concelebración de la Eucaristía en la mañana del viernes, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Algunos periodistas han afirmado que ha sido la más numerosa de cuantas se han producido hasta la fecha. Se respiraba por todas partes alegría y agradecimiento. Fue un acto de universalidad. Allí se percibía gráficamente la catolicidad de nuestra Iglesia. Sacerdotes de los cinco continentes, de diversas lenguas y culturas, al servicio de pueblos socio-económicamente distintos… Y todos alrededor de la mesa de Jesucristo, expresando el Amor de Dios a la humanidad y sintiendo la fraternidad universal sin ningún tipo de barreras ni divisiones.

Durante esos días he vuelto a sentir una gran felicidad y también, porqué no decirlo, un inmenso orgullo de pertenecer a la Iglesia católica. Cuánto bien y cuánto servicio abnegado por parte de sacerdotes, religiosos y laicos a lo largo y ancho del mundo. Y esa es la noticia y el acontecimiento que hemos celebrado. Reconocer y agradecer tantas vidas dedicadas a las escuelas y universidades, a los hospitales y dispensarios, a economatos y comercio justo, a centros de inserción social y banca solidaria… Con absoluta libertad y con total gratuidad. Niños, ancianos, mujeres maltratadas, leprosos o enfermos de sida han sido objeto del amor sin medida por parte de muchísimos seguidores de Jesucristo. También de la inmensa mayoría de sacerdotes.

Como prueba de lo anterior os invito a un pequeño ejercicio de memoria y de presente en nuestro entorno local. Recordad la vida y la dedicación de vuestros sacerdotes de Menorca desde que tenéis uso de razón. Situad en una balanza los pros y los contras de cada uno y de la totalidad. ¿No observáis la enorme diferencia a favor que existe en todos los casos? Es un ejercicio que os provocará felicidad, orgullo y agradecimiento.

En la homilía de la Misa del viernes, el Santo Padre abundó en esa misma idea que fundamentó en las actitudes que nos enseña Jesucristo, el Buen Pastor. Recordó la vida de San Juan María Vianney. Y también, por supuesto, pidió perdón por los abusos que algunos sacerdotes han cometido con niños y adolescentes. No se cansa de repetirlo. Añade al enorme pecado el delito cometido y la denuncia ante los tribunales civiles. Y desea con todas sus fuerzas la eliminación de cualquier caso. Y trabaja de forma incansable para ello. Se lamentaba de la infeliz coincidencia de la celebración del Año Sacerdotal con la aparición de estos casos que empañan y desvirtúan la vida del resto de sacerdotes.

Gracias, Santo Padre, por su fortaleza, valentía y generosidad. Y todo ello pensando en mostrar el rostro más entrañable de Jesucristo como lo hacen los millones de sacerdotes con su actuación y entrega.

Termino esta reflexión pidiendo a todos una valoración justa de esta situación que afecta a todos los cristianos. Y que a tantos llena de tristeza y búsqueda de conversión. Pero me gustaría denunciar las visiones exageradas y distorsionantes que se producen en algunos medios de comunicación, donde la vida de millones de personas pasa inadvertida o es ocultada y la actuación de unos cuantos es magnificada hasta la saciedad. Estoy convencido que este proceso está provocando una gran purificación en el interior del clero con la separación de lo esencial de lo circunstancial del sacerdocio y que acabará en una revalorización general de la misma vida del sacerdote católico.

Gracias, sacerdotes, por vuestra vida y ministerio.

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